La ONU declaró el 20 de marzo como el Día Internacional de la Felicidad, desde el 2013, para resaltarla como una “meta humana fundamental” y un aspecto que impulsa el bienestar de las naciones y el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El término puede ser visto como etéreo o utópico, sin embargo, desde hace tiempo, destacados economistas como Jeffrey Sachs, Andrew Oswald y Richard Layard, entre otros, vienen fomentando su inclusión en mediciones como el Informe Mundial de Felicidad, que junto con variables como el PIB per cápita, la esperanza de vida saludable, la libertad, entre otras, promueven que una sociedad o un país logre caminos posibles hacia su bienestar.
Noruega, Dinamarca, Islandia y Suiza suelen liderar cada año los rankings mundiales, a partir de parámetros que se valoran, como un Estado de bienestar potente, altas cotas de justicia social, menores índices de desigualdad y una considerable calidad ambiental.
No hay duda que es más fácil sentirse feliz sabiendo que las necesidades básicas están cubiertas y por eso los nórdicos pagan impuestos altos y con esos ingresos el Estado financia la educación, la salud y las pensiones. Por otro lado, confían en que las autoridades administran bien sus impuestos. En el ranking anual del Índice de Percepción de la Corrupción, de Transparencia Internacional, esos países siempre salen bien ubicados. De hecho, la confianza es uno de los pilares del Estado de bienestar.
El equilibrio entre trabajo y tiempo libre también produce felicidad. Noruega y Dinamarca tienen unas de las tasas de productividad más altas del mundo, pero no viven para trabajar; la semana laboral de 37-40 horas se respeta.
En Chile, un 83% de la población se percibe como “muy feliz y bastante feliz”, según lo constata la Encuesta de Calidad de Vida y Salud que realiza el ministerio de Salud, aunque no se refleja, en los adultos mayores de 65 años, quienes dicen en mayor grado ser “no muy felices o nada felices”. A nivel regional, en tanto, un 82,9% de las personas que viven en Ñuble se declara feliz y satisfecha con su vida, según lo estableció el estudio Barómetro Regional que realizó el Centro de Estudios de la UBB y cuyos resultados fueron entregados a fines del año pasado.
A preguntas frecuentes como qué hace que una persona sea feliz, cómo medirla y aún más importante, cómo fomentarla, hay millones de páginas escritas, pero todas tienen como factor común que consideran a la felicidad no como un fin o una estación, sino un camino, un método que no busca disminuir las complejidades de la vida y tomarlas con ligereza, por el contrario, nos lleva a disfrutar lo que se tiene, y a plantearnos un propósito de vida por el cual trabajar, que aporte significativamente a la sociedad y nos dé impulso para ser mejores cada día.
Este “modelo de vida” cada vez tiene más adeptos, e incluso se busca que se instale en las organizaciones y empresas, pues está ampliamente demostrado que para desarrollar visiones productivas y buenos negocios de largo plazo, se requieren de personas felices que puedan asumir las complejidades del entorno y las transformen en oportunidades de desarrollo