Share This Article
Una vez cumplido el plazo legal, el pasado jueves, para que los partidos políticos inscribieran sus candidaturas a Elecciones Primarias para gobernador regional, alcaldes y concejales, se empezaron a conocer aspectos de los acuerdos entre las cúpulas políticas que revelan un fuerte centralismo en la toma de decisiones y un tibio compromiso democrático de las colectividades a nivel local por entregar a la ciudadanía el poder de elegir a sus candidatos.
Basta mencionar que en el oficialismo recién el jueves en la mañana se percataron que no hubo inscripción de primarias en ninguna comuna de Ñuble, pese a que pasada la medianoche del día anterior, los dirigentes y bases locales juraban que el conglomerado que agrupa a Socialismo Democrático, a la DC, al PC, al PL, al Frente Amplio y al FRVS, y cuyo nombre es “Contigo Chile Mejora”, había determinado cinco primarias en Ñuble, entre ellas la de Chillán Viejo.
Pero todas fueron bajadas a última hora y no inscritas por la “maquinaria” central. Después de negociaciones de cúpulas, en Santiago, se designaron a los candidatos de Coihueco, San Ignacio y San Nicolás, donde el exalcalde DC Víctor Toro pretende volver al sillón municipal que ocupó durante casi 30 años. Por último, en Bulnes y en El Carmen, donde también esperaban hacer primarias, deberán zanjar mediante otro mecanismo quién representará al bloque oficialista.
En la derecha, en tanto, el gran nudo fue la no inscripción de primarias en San Carlos, donde RN y Evópoli aspiraban competir frente al representante UDI, que finalmente será el candidato. El “gallito político” en la capital de Punilla lo ganó el senador Gustavo Sanhueza, quien apeló a la “unidad y generosidad de la derecha”, para defender a su candidato, en desmedro de RN que con el diputado Frank Sauerbaum al frente pretendía llevar un candidato propio y disputar esa opción. Según el parlamentario, el precedente de San Carlos sería todo lo contrario, “no contribuirá a la unidad del bloque”, además de tener un efecto indeseado desde el punto de vista estratégico, pues multiplicaría las candidaturas “por fuera” y debilitaría al sector.
Lo irónico de todo esto es que a buena parte de la dirigencia política le parece virtuoso designar a dedo, cuotear o aplicar el criterio de “el que tiene mantiene”, lo que en la práctica da cuenta de un escaso interés por avanzar hacia una definición más democrática de los candidatos y candidatas, un contrasentido si se considera que hubo un acuerdo transversal hace 10 años para aprobar la ley de primarias.
Lamentablemente, la suerte de teleserie en que se convierte cada cuatro años este proceso, tanto a nivel nacional como local, le hace un flaco favor al objetivo principal de las primarias, cual es la democratización de la elección de los candidatos, ya que no han sido pocos los dirigentes políticos y alcaldes que han puesto objeciones, tanto explícitamente como soterradamente. De ello se concluye no solo el miedo a competir, sino que también una escasa voluntad por fortalecer este mecanismo, y una tendencia a persistir en antiguas prácticas de los partidos que la ciudadanía esperaría ya desterradas.
En todo caso, la última palabra siempre la tendrá el votante, que en las elecciones de octubre podrá entregar un mensaje claro a los candidatos y partidos que dicen ser democráticos, pero que en su gestión interna finalmente no lo son.