No es un misterio que la población rural de Ñuble, como la de otras regiones, históricamente ha mantenido importantes brechas con los habitantes de las ciudades, en ámbitos como ingresos, conectividad y acceso a servicios, como educación, salud, electricidad, agua potable y alcantarillado, entre otros. De hecho, los fuertes flujos de migración campo-ciudad que se observaron en el siglo 20, en toda la zona central de Chile, dieron cuenta de un proceso socioeconómico que privilegió el crecimiento de las ciudades a partir del desarrollo industrial, primero, y de los servicios, después, en desmedro de las zonas rurales.
La gente del campo, vinculada principalmente al agro, ha sido testigo durante décadas de esa inequidad, que aumentó las brechas a un nivel exponencial, lo que sumado a la pérdida de competitividad de los cultivos tradicionales, el escaso desarrollo tecnológico de la agricultura y el avance de las plantaciones forestales en los últimos 30 años, fueron empujando con cada vez más fuerza a la población a emigrar hacia las ciudades.
Basta con recorrer las comunas de la nueva región para advertir que la escasez de oportunidades laborales y de educación han despojado a pueblos enteros de su población joven, lo que en la práctica es un círculo vicioso que perpetúa la pobreza y el aislamiento, pues desde el punto de vista de las políticas públicas, es mucho menos rentable socialmente invertir en zonas con menor densidad poblacional, pero por otro lado, si no se ejecutan inversiones públicas es muy difícil apalancar inversiones privadas.
Tal abandono ha hecho que la ruralidad sea un concepto usado usualmente para explicar los altos índices de pobreza y subdesarrollo de Ñuble, lo que si bien da cuenta de una lamentable realidad, también representa una oportunidad de desarrollo y crecimiento económico.
Si bien la Agricultura Familiar Campesina enfrenta muchos problemas, como la falta de profesionalización y de agregación de valor, y el menor acceso a tecnología y a créditos, generar las condiciones para que los pequeños agricultores puedan mejorar sus ingresos, logrando precios justos por su producción, debe ser un primer paso -y un lineamiento estratégico de las políticas públicas que se implementen en el territorio por el actual gobierno- que permita, posteriormente, abordar restantes desafíos.
Incentivos para potenciar áreas geográficas estratégicas, mejorar la infraestructura y tecnología para aumentar la competitividad, contar con una masa crítica de profesionales y técnicos que sean capaces de aportar a ese desafío, y mejorar la aplicación y focalización de las políticas públicas, son materias donde hay completa coincidencia en el mundo académico y gremial y que deberían ser tomadas por las autoridades para hacer despegar a una importante parte de nuestro territorio y brindarle a sus habitantes, sobre todo los más jóvenes, la oportunidad de quedarse en la tierra que los vio nacer.
La Región tiene la oportunidad histórica de cambiar la perspectiva sobre la ruralidad, transformándola en un factor de desarrollo, fortaleciendo su identidad y tradiciones, de manera que en un futuro no tan lejano sea sinónimo ya no de retraso, sino de la prosperidad de Ñuble.