La incidencia del sector turismo en la economía de Ñuble es baja, si se tiene en consideración el enorme potencial existente en el territorio. En materia de empleo, aún no se recupera del shock de la pandemia y no supera los 10.000 ocupados, cifra muy baja en comparación con otros rubros como la agricultura, construcción o el comercio. Su aporte, además, es estacional y sus efectos se perciben principalmente en la temporada de nieve y el verano. A ello hay que agregar que la calidad de los empleos no siempre es lo deseable, caracterizado por sueldos bajos e informalidad, salvo excepciones, limitando las opciones de perfeccionamiento profesional y acceso a beneficios como salud y previsión.
Frente a esa realidad es evidente que se necesita definir una mirada estratégica que permita, por un lado, generar las condiciones para la explotación sustentable de los atractivos de la región, que son muchos, y por otro lado, trabajar en la diversificación y promoción de la oferta en conjunto con asociaciones de empresarios, de manera de consolidar a la zona como un destino de toda temporada.
Sabemos que existen fuertes limitantes, en diferentes dimensiones, pero la principal es la ausencia de una planeación que encadene proyectos para mejorar diferentes servicios, incluidos los caminos, y la vocación turística de ciertos sectores, que son vulnerables a proyectos de inversión que pueden terminar atentando contra su explotación sustentable. También sabemos que se necesitarán promoción y difusión de los destinos, y capacitación de los empresarios para que puedan desarrollar, con innovación y creatividad, productos turísticos con identidad y características diferenciadoras.
Material hay de sobra. Nuestra geografía diversa, la Cordillera de los Andes, el litoral costero y el Valle Central, junto a la cultura y nuestra gente, producen uno de los mix más variados y atractivos de Chile, con una ventaja comparativa importante, como es la cercanía, de modo que en cuestión de horas el visitante puede pasar de los imponentes paisajes montañosos de las Termas de Chillán, a la tranquilidad y confort de Cobquecura y Buchupureo.
Pero también tenemos debilidades y serias. Además de falencias en infraestructura, tanto vial como de aeropuerto, hay cuestiones intangibles, asociadas a aspectos culturales, como las dificultades de acceso a la información (marketing y señalética), la dispar calidad de los servicios (comodidad, higiene, idiomas) y la frágil protección ambiental de algunos destinos, tanto en la costa como la cordillera. Estas debilidades son un gran obstáculo para el desarrollo del turismo local y pese a que requieren una menor inversión que las mejoras en infraestructura, parecen mucho más difíciles de superar.
La región de Ñuble reclama que el turismo local pase a una segunda fase de desarrollo y resuelva estas deficiencias con una visión estratégica de mediano y largo plazo. Solo así podrá lograr la sustentabilidad ambiental y económica que necesita el sector, lo mismo que un concepto de servicio que involucre no solo a los empresarios del rubro y autoridades, sino que a la sociedad en su conjunto.