Hasta 20% de los afectados por las emergencias ha requerido atención continua por salud mental
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A partir del terremoto de 2010 la protección de la salud mental ha sido incorporada a la gestión de desastres y emergencias en el país. Sin embargo, con los incendios e inundaciones de este año, el tema ha alcanzado mayor notoriedad de la mano de más recursos disponibles para contratar más personal con capacidad de contener a la población en momentos de aflicción.
Atendiendo la seguidilla de eventos catastróficos que han golpeado al territorio, como la pandemia por Covid-19, los incendios y las inundaciones, la contención psicológica alcanzó un papel preponderante en la emergencia debido al nivel de afectación no solo material que tienen estos eventos adversos sobre las comunidades.
En base a la evidencia científica, “se ha visto que esto tiene un fuerte impacto psicológico y que si bien la mayoría de las personas evolucionan resilientemente, hay un porcentaje no menor, que por lo menos va en un 40%, que pueden mantener trastornos ansiosos del ánimo y alrededor de un 10% puede presentar estrés postraumático. Entonces, teniendo esas cifras, que pueden aparecer y que sabemos que hay sintomatología que incluso no aparece en los primeros meses, sino que aparece posterior o más tardíamente en el primer año, se ha dado más importancia a salud mental”, explicó Claudia Quezada, psiquiatra y jefa del Departamento de Salud Mental del Servicio de Salud de Ñuble.
La experiencia de la localidad de Santa Ana, en Quillón, ilustra cómo el impacto emocional se entrelaza con la destrucción material. En el verano pasado sufrió severamente la acción del fuego, siendo diez casas arrasadas. Su dirigente vecinal de ese entonces, Donatila Sepúlveda, así lo recordó.
“Fue una experiencia horrible, porque todos tratando de apagar el fuego alrededor de las casas. Llegó mucha gente con generadores y estanques de agua para salvarlas. Las mujeres estaban muy angustiadas y asustadas. Sentíamos pena, rabia e incertidumbre y mucho estrés. A las personas que estuvieron en la sede albergadas, les entregaron apoyo psicológico, donde sostuvieron conversaciones. Ahora están mejor y más tranquilos, pero cada vez que recuerdan sale llanto en algunos, y los tenemos que estar conteniendo, porque se les quemó todo. Ellos vivieron casi cinco meses en la sede y ahora están viviendo en el mismo terreno en una casa de emergencia”, comentó.
Los equipos de Apoyo a la Respuesta en Salud Mental (Arsam), los Centros Comunitarios de Salud Mental (Cosam) móviles y las duplas psicosociales recorrieron las comunas de Ñuble, entregando prestaciones a las personas que fueron afectadas por las emergencias.
A la fecha, estos profesionales han entregado 4.407 atenciones a la población afectada por las emergencias.
En el presente, los equipos se encuentran desarrollando la fase de recuperación y preparando a las localidades frente a la nueva temporada de incendios forestales, que según se ha pronosticado, será compleja en el verano.
Balance de casos y su evolución en Ñuble
Al ser consultada por los problemas psicológicos detectados por los equipos en las zonas afectadas por incendios e inundaciones en Ñuble, la profesional detalló los principales resultados arrojados.
“Lo que más siempre se ve durante el primer mes es sintomatología ansiosa caracterizada por estar más irritable, más preocupado, expectante, dificultades para dormir y también aparece alguna sintomatología depresiva, como empezar a tener desesperanza, tristeza y desmotivación. Eso, en el primer mes es normal. Pero sí es muy importante el primer auxilio psicológico que se brinda en ese momento y que en esta emergencia pudimos llegar oportunamente, primero, con nuestro equipo Arsam y después, con nuestro equipo móvil de pos-recuperación de la emergencia. Pero ya después del mes hay un porcentaje de la población que permanece con eso y eso ya no es normal. Tenemos que verlo y puede configurar un trastorno ansioso, trastorno depresivo o estrés postraumático, dependiendo de la severidad del cuadro y las características. (…) Nuestros equipos pudieron detectar estos casos y han ido acompañando a la población”, explicó.
En el presente, la mayoría de las personas atendidas han evolucionado satisfactoriamente. Sin embargo, hay un porcentaje que alcanzaría hasta el 20% que ha requerido mantener una atención por más tiempo o ha sido necesario su derivación a un centro de salud comunitario.
“Primero, hay una masa que eran todos los afectados, a todos les dimos primeros auxilios psicológicos. Luego eso va disminuyendo, los primeros quedaron como un 60% de los afectados los primeros tres meses y luego ya ha ido disminuyendo y ahora queda muy poquitito de personas que siguen en controles. La mayoría ya se recuperó de esta sintomatología que había presentado en estos cuadros, pero sin duda, igual hay un porcentaje que es importante, que va entre un 10% y un 20%, que requirieron todavía acompañamiento, tratamiento y algunos igual tuvieron que ser derivados a los programas de salud mental en la atención primaria, y en algunos -los menos- casos más graves, a los Cosam móviles, que son equipos de especialidad que están en la región”, detalló la psiquiatra Claudia Quezada.
Respecto a si hay seguimiento de los casos por parte de los profesionales, la especialista indicó que “las primeras visitas son todas en las casas y cuando la persona ya está mejor, es un contacto telefónico para ver si hay algún requerimiento, alguna necesidad. Y ya los casos que se van detectando que están quedando más graves, van pasando a la atención primaria y ahí sí se van a atender a sus Cesfam y los más graves a nuestro Cosam Móvil”.
En medio de una temporada de incendios forestales que comenzó el pasado 1 de julio y culmina el próximo 30 de junio de 2024, los expertos proyectan una temporada estival compleja con temperaturas sobre los 40 grados Celsius por el fenómeno de El Niño y un aumento de la masa combustible producto del aumento de las lluvias. Por esta razón, han cobrado relevancia las capacitaciones que realizan las duplas psicosociales dirigidas a equipos municipales y de respuesta inmediata, como policías, además de las juntas de vecinos; por ejemplo: talleres de primeros auxilios psicológicos, de manejo de la ansiedad, trastornos del sueño, entre otros.
En el contexto de una emergencia, la psiquiatra entregó algunas indicaciones para seguir antes y después de un evento catastrófico, con el objetivo de evitar cuadros que puedan alterar la estabilidad mental.
“Tener plan, como conocer cuáles van a ser los lugares de seguridad, dónde vamos a acudir en caso de terremotos, incendios, si perdemos el contacto, cuál sería nuestro punto de encuentro. Incluso, saber cómo vamos a salir, asegurarse que estén las vías expeditas, que uno pueda traer el kit de emergencia”, indicó.
A renglón seguido, la profesional estableció que en el curso del suceso es recomendable “tratar de mantener algún hábito saludable, como comer a las horas que corresponden, mantener horas de sueño. Hemos trabajado en los albergues para que se traten de mantener ciertas rutinas y ciertos cuidados, y sobre todo, para los que son cuidadores. Los niños, en el momento de emergencia, se vuelven mucho más demandantes y a los papás les recomendamos que traten de darles información que sólo puedan comprender. No exponerlos a medios de comunicación que sean muy alarmistas, no tener discusiones o hablar de cosas catastróficas que hayan pasado delante de ellos, dejarlos expresarse a través del juego; también de lo que les está pasando, estar más tiempo disponible y en general, con respecto a la información, buscar (…) en los lugares que tengan información confiable”.
Experiencia en terreno
Valentina Jiménez es psicóloga y forma parte de una triada junto a un trabajador social y un terapeuta que recorrió Ninhue, Coihueco y Chillán Viejo, atendiendo más de 120 familias. Durante la emergencia junto al equipo ayudaron a resolver las necesidades inmediatas de las familias, entregaron los primeros auxilios psicológicos y fueron nexo con los servicios públicos para canalizar los beneficios estatales.
“En la primera ayuda psicológica lo que se hizo fue reconocer cuáles son las preocupaciones y necesidades de las personas. Por ejemplo, si requiere tener contacto con un familiar, si va a recibir algún beneficio o si va a haber un albergue a disposición. (…) El foco de la primera ayuda psicológica es evitar o detectar cuándo una persona podría cronificar, o sea, mantener en el tiempo cierta sintomatología. Y si vemos que alguien se encuentra, por ejemplo, descompensado, tratar de que la persona vuelva a la calma a través de ejercicios de respiración. Ese tipo de estrategias, que vuelvan a la persona a tratar de controlarse a sí misma”, explicó.
De acuerdo a su experiencia, las personas visitadas presentaron alteraciones de los ciclos del sueño y pérdida de memoria. También hubo casos que tuvieron que retomar tratamientos para estabilizar el ánimo.
“La hipervigilancia es un síntoma que vimos en casi todas las familias. En muchas personas produjo alteraciones de los hábitos de sueño, porque la gente se despertaba mucho en las noches, para asegurarse de que no pasara nada, tanto en adultos como en niños, además sufrieron pesadillas. (…) Hay personas que bloquearon, hay gente que hasta el día de hoy nos dice ‘a mí me sacaron y ya no recuerdo más’. También hay personas que nos dicen ‘yo ahora ando súper distraída, ya me cuesta recordar cosas’”, dijo.
“Hay personas que, por ejemplo, meses atrás habían dejado de tomar, por ejemplo, un fármaco que le ayudara a estabilizar el ánimo, ahora tienen que volver a incorporar ese tratamiento farmacológico”, añadió.
En conclusión, estableció que la mayoría logró insertarse adecuadamente a las nuevas condiciones tras los desastres. “A los seis meses, vimos que había avances, por lo menos, la parte que tiene que ver con volver a adaptarse a un nuevo espacio (…) volver a conectarse con otra red. Lo que vimos que más demora son los síntomas asociados a las emociones. Hay gente que todavía, son las menos, requieren aún un seguimiento”, señaló.