Señor Director:
Hoy somos testigos del colapso de nuestras instituciones, las cuales no pasan de ser un conjunto de sistemas funcionales incapaces de dialogar entre sí, subordinados a una Carta Fundamental tan ilegítima como obsoleta.
Es por esto que no resulta extraño el aumento de la violencia en la Araucanía, efecto colateral de la histórica ausencia de respuestas por parte de nuestro aparato estatal y, por lo tanto, de los gobiernos de turno a las reivindicaciones de los pueblos originarios. Y si bien la solución debe ser política, este problema va más allá del triunfo en el plebiscito de entrada, ya que este es sólo el comienzo de la verdadera transición hacia la democracia.
Chile, de acuerdo a lo que se ve actualmente, debe ser reinterpretado: ahora somos varias naciones administradas por un Estado arcaico, por lo que a lo máximo que podemos aspirar en el corto plazo es a la aceptación de una realidad multicomunitaria.
Para avanzar a la multiculturalidad, con un renovado Estado de característica plurinacional como eje de desarrollo armónico, además del cambio en las urnas hará falta una modificación colectiva de lo que entendemos como nuestro ethos a partir de una cultura cívica a la altura de las necesidades, con el diálogo como protagonista. Sin esto no habrá cambio de Constitución que sirva.
Voluntad política y ciudadana orientada a la coexistencia de distintas realidades, ese es el “corte de cinta” para el país que deseamos.
Fernando Fernández Ulloa
