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Señor Director:
Hace dos años la ciudadanía propinó una rotunda y estrepitosa derrota a la propuesta constitucional elaborado por la Convención electa al efecto. La ocasión motiva a reflexionar sobre algunos aspectos de ese fracasado y costoso proceso.
Buena parte de los miembros de esa Convención carecían de atributos y condiciones mínimas para participar en una tarea de esas características, dado que al ánimo revanchista y la ausencia de ideas, agregaban la más escalofriante ignorancia. De ahí que terminaran imponiendo un texto que vulneraba principios elementales de cualquier democracia representativa que se respete, y que además, en la práctica, importaba una especie de disolución de la nación chilena en una multiplicidad inorgánica e inconexa de colectividades nacionales improbables, con estatutos privilegiados, autonomía y condiciones especiales de representación política y administrativa.
El texto borraba de un plumazo la igualdad ante la ley, traicionaba el principio mayoritario, violentaba la separación e independencia de poderes del Estado y, claramente, pretendía fundar un país nuevo como si el nuestro no tuviera una historia nacional de la que enorgullecerse, y un rico precipitado de hazañas, enseñanzas, identidad y tradiciones. Un 62% de la ciudadanía fue capaz de advertir que se trataba de un experimento de ingeniería social y política, inspirado en un conjunto de ideologías de corte colectivista que desprecian a la persona, y que habría significado la desintegración de Chile, la instalación de un régimen opresivo y el estancamiento económico crónico. Lo que a estas alturas cuesta explicar, después de dos años, es cómo la sociedad chilena en un momento dado llegó a estar amenazada por semejante delirio.
Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega
Abogado