¿Resistir o cerrar? Esa es la interrogante que ronda por la cabeza de varios dueños de gimnasios de Chillán, Chillán Viejo y todo Ñuble, quienes viven una dura realidad económica a raíz de la pandemia del Covid-19.
Hoy sobreviven reinventándose o endeudándose, ya que desde marzo sus recintos permanecen cerrados sin opción de reabrir hasta la fase 5 del Plan “Paso a Paso”.
Como la capital de la Región de Ñuble retrocedió a fase 1 y recién vive la fase 2, sus propietarios están al borde del colapso sin poder optar a créditos y sumidos en la incertidumbre sobre la posible reapertura anticipada.
Pero hay un punto clave. La autoridad sanitaria considera la actividad de estos recintos, en el rubro de la entretención, y no en la categoría de “deporte y salud”, soslayando la esencia e impacto de la práctica física en las personas.
Diversos estudios confirman que el ejercicio físico es una poderosa herramienta para robustecer el sistema inmune, combatir el estrés, la obesidad e incluso, utilizado sistemáticamente, en el marco de un plan o metodología, se transforma en terapia para pacientes que sobrellevan enfermedades crónicas y síndromes metabólicos.
Si bien el primer brote en Chillán surgió en un gimnasio, el enfoque en el manejo posterior del avance de coronavirus y el prolongado confinamiento, no consideró a la actividad física como una herramienta estratégica para combatir la otra pandemia que se está fraguando por la casi nula actividad física.
Por eso la autoridad, ajustando un estricto protocolo sanitario para recintos cerrados, debe proyectar la pronta reapertura de estos recintos, para que la comunidad encuentre en ellos parte de la terapia que necesitan para encarar un virus con el que hay que aprender a convivir con la guardia arriba.