No se puede tapar el sol con un dedo. Ambos han sabido superarse a sí mismos en creatividad y compromiso con su labor. Independiente de las posturas políticas que inspiran a Joaquín Lavín y a Daniel Jadue -ambas posturas que no comparto- independiente de tener a disposición suyo lo mediático capitalino, es innegable que ellos han puesto de relieve algo que parecía imposible: ser alcalde bien puede volverse un “don” social y tornarse una revolución ciudadana para sus comunidades.
Lo relevante de ellos no es su pasado, no es aquella cerrada tienda política que los postuló, sino el estadio abierto de su acción ciudadana presente. Porque es posible abrir la cancha, emparejarla y hacer muchas otras cosas aparte de llevar gente de sus colores al municipio y de solo administrarlo. Y haciéndolas, innovando en ellas, gestionar y administrar incluso mejor. He ahí la paradoja, porque ellos han hecho caer estereotipos que parecían inamovibles para la gestión local. Porque cuando se sabe y se quieren los cambios, simplemente estos se hacen. Ellos han demostrado que las fiscalizaciones de la Contraloría y los reglamentos no son un refugio de mediocridades, sino plataformas mínimas para otros despegues, para ir a otros límites con reformas enfocadas en un bien común amplio, efectivo, inclusivo. Es posible ir más allá e interpretar mejor el estatuto administrativo: la ley fue hecha para el hombre y no el hombre para la ley.
Es posible que una asesora del hogar disponga de una digna y cómoda vivienda en el más acomodado barrio de la cordillera. Lavín apostando por la integración social en Las Condes, defendiendo a la mujer del acoso callejero, haciéndose cargo de la seguridad pública, protegiendo a quienes no usan el auto, abriendo la calle más ancha a los ciclistas, colocando arena de playa y neblinas marinas en los calurosos parques, realizando efectiva inclusión escolar aplicando la “discriminación Machuca” a los niños pobres de su comuna, etc. hoy es más respetable que cualquier político. “Cada vez que tratas de hacer algo nuevo en el sector público, la primera respuesta es no. Te enfrentas a una muralla y tienes que tratar de empujarla hasta que caiga”, ha declarado este hijo de padres de Portezuelo.
También es larga, muy imitada y célebre la lista de Daniel Jadue: farmacias populares replicadas por muchos alcaldes del sector opuesto, universidad abierta y gratuita, inmobiliaria municipal popular, librería popular (¿por qué no y pronto un “Ñubleletras” en Chillán y sus tres provincias?), óptica popular, centralidad de las clases de filosofía para aprender a pensar desde séptimo básico en todas las escuelas, etc.
Su primer día en Recoleta declaró: “Yo les exigí a todos mis funcionarios que teníamos que convertirnos en la municipalidad más transparente de Chile. Cuando tú llegas a un nivel de transparencia tan alto, finalmente se empieza a ordenar la cultura municipal”.
Y al respecto, ¿por qué no aplicar en Ñuble estas intervenciones sociales descentralizadas, pudiendo ser como Suecia, por ejemplo? Este país, no siendo de izquierda, todos sus municipios tienen inmobiliarias que sorprenden: construyen muy buenas viviendas eco-sustentables para todas las clases sociales y recaudan sus ingresos más importantes en arriendos acordes. Valor público es lo que la gente valora. Ellos, Lavín y Jadue se resolvieron a hacer verdaderos gobiernos locales, “tomándose” con propiedad el poder comunal donde hay un inmenso espacio para transformar la historia social de Chile. Se adelantan a lo que necesita la gente. Su liderazgo lleva el sello de quienes saben escuchar. Y escuchan tanto, que hasta han sabido escuchar pedidos allí donde no hay pedidos, donde aún la gente no es capaz de articularlos.