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Debilitado pero aún vivo, el movimiento popular de los “chalecos amarillos” franceses, surgido hace exactamente un año, movilizó el sábado a miles de personas en el país, sobre todo en París, donde se registraron actos de violencia y más de un centenar de detenidos.
Desde primera hora de la mañana, centenares de manifestantes se congregaron en diversos puntos de la capital francesa. En algunas zonas, grupos violentos que se infiltran en las protestas, se enfrentaron a las fuerzas del orden, lanzaron adoquines, incendiaron contenedores de basuras y volcaron vehículos, comprobaron periodistas de la AFP.
La policía antidisturbios respondió con gases lacrimógenos y cañones de agua para dispersar a la multitud, que se refugió en cafés y tiendas cercanas.
En la noche la prefectura de policía registraba un total de 129 personas detenidas en París, y según la fiscalía de París, 78 personas puestas en detención provisional.
“¡No vamos a retroceder! ¡Seguimos aquí, aunque Macron no quiera, seguimos aquí!”, coreaban los presentes, en tono desafiante, en Place d’Italie, plaza al sur de la ciudad.
“Seguimos movilizados porque queremos un futuro mejor para nosotros y nuestros hijos, la situación en Francia está cada vez peor”, dijo a la AFP Rémi, un funcionario público de 39 años, que prefirió no dar su apellido.
“Yo gano un poco más del salario mínimo y tengo dos hijos. El dinero no nos alcanza hasta fines de mes”, agregó este hombre que hizo el viaje desde Borgoña, a 250 km de París, para el primer aniversario de las protestas.
El 17 de noviembre de 2018 más de 300.000 personas, la mayoría vestidos con el chaleco amarillo fluorescente que cargan los conductores en los vehículos para usarlo en caso de accidente, salieron a las calles de Francia para protestar por un impuesto sobre el combustible.
En muy poco tiempo, este movimiento sin líderes ni estructura, que se organizó gracias a Facebook, puso en jaque al gobierno del presidente francés Emmanuel Macron, destapando el profundo descontento en las clases más modestas por la pérdida de poder adquisitivo, la subida de los impuestos y las desigualdades sociales.