A falta de dos días para la fecha que debería marcar el final o la continuidad del aislamiento preventivo obligatorio decretado por el Gobierno, el ministro de Salud Jaime Mañalich anunció ayer que finalmente se optó por lo primero, es decir levantar la cuarentena que se prolongó durante 24 días en la intercomuna Chillán-Chillán Viejo.
La decisión es acertada bajo el supuesto de que ya hay señales de que se están logrando los objetivos de disminuir la tasa de contagios y de mortalidad, de mantener la capacidad hospitalaria en un porcentaje que permita la efectividad en los tratamientos para los afectados que requieren atención.
Más allá de las discusiones sobre si hay o no aplanamiento de la curva, lo cierto es que los números -con las lamentables víctimas en términos de enfermos y fallecidos- resultan favorables en aspectos epidemiológicos. Y esto es una buena noticia.
Ayer, la Región presentó siete nuevos casos, alcanzando 694 contagiados que representan el 6,41% del total de casos a nivel nacional, que llegan a 10.832. Esa incidencia representa una fuerte baja durante las últimas semanas, ya que Ñuble en algún momento concentraba más del 10% de los casos del país.
Desde la autoridad sanitaria explicaron que para levantar la cuarentena en la intercomuna no solo se consideró el total de casos acumulados, sino también la cantidad de contagios nuevos en cada comuna, la incidencia por kilómetro cuadrado, la tasa de pacientes recuperados, la capacidad de la red hospitalaria, además de otros parámetros sociales como la cantidad de adultos mayores y de inmigrantes y el nivel de observancia que la población local tiene de las medidas restrictivas que impone la autoridad para evitar la propagación de la enfermedad.
La noticia tomó por sorpresa a los alcaldes de Chillán y Chillán Viejo, quienes en días previos habían expresado públicamente su postura a favor de la continuidad de la cuarentena e incluso el alcalde Zarzar se enfrascó en una ácida controversia con el general Cristian Vial, jefe de Defensa Nacional para Ñuble, revelando la tensión que en las últimas semanas se instaló en la relación entre las autoridades locales y el nivel central.
Igualmente, cabe precisar que seguirán operando en nuestra región los cordones sanitarios, el toque de queda, la obligación de usar mascarilla en lugares públicos, la suspensión de clases, y la prohibición de funcionamiento de locales de entretención (cines, teatros, restaurantes, pubs, discoteques), lo mismo que las reuniones masivas y los cultos religiosos.
Sobra reiterar la importancia de seguir de forma muy rigurosa las normas, no bajar la guardia, seguir siendo muy cautelosos e incrementar las medidas de control. A estas alturas sería imperdonable que por cuenta de eventuales negligencias o, simplemente, de desafortunados relajamientos en el seguimiento de las pautas sanitarias se echara por la borda lo alcanzado y se pusiera a la ciudad a las puertas de una crisis sanitaria que puede causar cientos de muertes.
En esta tarea es muy importante la labor que cumplan las diferentes autoridades, pero si hay algo decisivo acá es el compromiso de la ciudadanía. Tanto en lo que concierne al comercio o a faenas de la construcción y al comportamiento de quienes decidan salir al espacio público, es imposible aspirar a que el Estado pueda ejercer un control total y permanente, como ha quedado demostrado en estas cuatro semanas. Por eso, la autorregulación bajo la consigna –que no pierde vigencia– de que cuidarme a mí es cuidar a todos entra a desempeñar un rol vital. Lo visto en estos últimos días permite tener un optimismo moderado.