Tras varios intentos frustrados por generar una nueva ordenanza que regule el comercio en la plaza Sargento Aldea, o feria libre, la actual administración municipal vuelve a alistar un intento, el que a diferencia de lo que se proyectaba en los ensayos pasados, esta vez su perspectiva tendrá como punto de partida lo cultural y el sentido patrimonial que, ciertamente, hoy se subsume ante su principal actividad: la venta de productos agrícolas, artesanales, frutícolas y otros servicios tradicionales.
El alcalde de Chillán, Camilo Benavente, confirmó a LA DISCUSIÓN, que ya se habían despachado la solicitudes a los departamentos de Cultura y a la Unidad de Patrimonio comenzar a elaborar los informes necesarios que sirvan de piso a la nueva ordenanza y, de esa manera, generar un acontecer más fácil de entender para los turistas, con resguardo para los locatarios, a las tradiciones y a la historia del icónico mercado central.
Sin embargo, es en el seno de esta iniciativa que surgió un debate entre el cuerpo de concejales y que apunta a resguardar “el sentido social” que desde un inicio revistió a la feria libre, es decir, el permitir que familias de esfuerzo pudieran encontrar un espacio para vender sus productos, sin que el lugar se transforme en una sala de ventas respaldadas por empresas de mayor patrimonio económico.
Debate que no tiene consenso unánime desde el punto de vista de la denuncia, ya que mientras ediles como Patricio Huepe, sostuvo que “no hay grandes empresarios trabajando ni vendiendo con representantes suyos en esos locales”, para su par, Joseph Careaga sí se han dado señales de que eso es efectivo.
“No queremos perder el fin social que tiene nuestro mercado, ya están apareciendo empresas que están pidiendo arrendar locales”, advirtió.
Careaga alerta que en la actual ordenanza existen los flancos como para que eso ocurra, “entonces lo que hemos estado haciendo es trabajar con Rentas y Patentes, fiscalizando a los postulantes, averiguando su situación patrimonial y todo eso. Pero es urgente hacer cambios y proteger el sentido social que debe regir a la feria central”, añade.
Esta postura tuvo resonancia en la última cesión de Concejo Municipal. La edil Brígida Hormazábal, entre sus incidencias, planteó que ya era necesario que como ente colegiado se revisara, analizara y discutiera la ordenanza actual con miras a establecer un reglamento acorde con la realidad actual y no aquella que se formuló en la década de 1980.
“Estamos perdiendo el rumbo. Cuando a mí me dicen que el espíritu de esta feria era para ayudar a familias, para hacer un bien social, pero pasamos a verdaderas empresas. No me voy a olvidar nunca de una empresa de vino que pidió permisos como si fuera una empresa familiar, y cuando la fuimos a ver, era una tremenda empresa”, ejemplificó.
Como otro hecho más reciente e igual de indicativo, agregó que “tampoco podemos perder de vista que cuando los pequeños comerciantes que estaban trabajando afuera del Persa eran objeto de reclamos, por parte de quienes estaban trabajando adentro, pero al revisar los casos, nos dimos cuenta que adentro ya se habían instalado las tremendas empresas”.
Proteger a los históricos
Entre los dirigentes gremiales de las ferias de artesanías y la feria libre, si bien miran con buenos ojos el que se modernice y actualice la ordenanza, piden que se apliquen de manera correcta ciertos criterios de selección para no caer en discriminaciones.
“No sería justo que a alguno de nosotros nos vinieran a retirar de la feria libre, sólo porque tras décadas de esfuerzo pudimos salir adelante y hoy contamos con recursos que nos permiten un mayor calidad de vida”, plantea el presidente del sindicato de trabajadores de la feria libre, Hernán Muñoz.
Argumenta que entre sus pares se cuentan comerciantes que llevan más de 40 años trabajando, o bien, personas que ya representan a una segunda o tercera generación de una misma familia, por lo que son parte de los comerciantes históricos de la feria.
“Por lo demás, acá no hay grandes empresarios, somos todos pymes, acá el que no trabaja uno o dos días pierde su mercadería y las pérdidas son inmediatas. No nos oponemos a que nos controlen, eso lo aplaudo, pero que saquen a los cien y tantos ilegales que hay, sería más útil, incluso para la propia municipalidad”, insistió.
Muñoz repasa lo de los intentos frustrados por actualizar el reglamento rector de la feria y advierte que a la fecha, sólo hubo dos ordenanzas.
“La primera se eliminó porque era de los años de las primeras generaciones de ordenanzas que hubo respecto al comercio, nosotros, los locatarios actuales, empezamos a trabajar con una segunda ordenanza, que hoy debe tener unos 40 años, por lo que creo que lo mejor para nosotros es que se modifiquen sólo ciertos puntos críticos, aquellos que apuntan a un ordenamiento o la mejora de espacios para que las personas se sientan mejor, pero no creo que sea necesario cambiar todo”, propuso.
Pero también tuvo hechos para denunciar.
“Acá hay mucha gente que está trabajando de manera ilegal, y no me refiero al comercio ambulante. Si hay mal uso, eso es responsabilidad total de la municipalidad, nosotros como feriantes no podemos controlar nada, lo que no resta que sí sepamos todo lo que acá pasa. Le hemos dicho a los municipales muchas veces, pero no pasa nada”.
Desde el gremio, plantean que desde temprano y hasta el fin del horario de atención hay a lo menos cien comerciantes que, si bien trabajan en un puesto establecido, no cuentan con las regularizaciones que los habiliten para ejercer en el lugar. Además, de otro número (menor) de establecidos con permisos, pero que “no están pagando sus permisos”.
Por otro lado, el dirigente precisa que hace un tiempo, la municipalidad le entregó la posibilidad de ocupar algunos puestos en desusos, a familias que buscaron abrir una actividad comercial en la feria. “Eran como 25 puestos. Hoy de esos, hay 23 que ya se desocuparon porque la gente que no sabe cómo se trabaja en el rubro nunca va a durar mucho. La mayoría se fue al primer o al segundo día. No es tan fácil entrar a una feria libre, como la gente cree”, sostuvo.
Para zanjar cualquier duda respecto a lo que se espera de la nueva ordenanza y la continuidad de los locatarios más antiguos, Joseph Careaga fue claro: “No es nuestra idea que se vayan, la idea es proteger a los históricos, lo que no significa que a los que estén por llegar o aquellos más nuevos, no se les vaya a revisar su situación patrimonial porque, insisto, lo que se busca es preservar nuestra feria como un lugar de tradiciones y simbólica del sentido histórico de nuestra comuna, sin perder de vista el sentido social que debe regir”.
Una base cultural
Manuel Rojas, presidente de la asociación gremial de locatarios Plaza Sargento Aldea, explica que aunque la situación de ellos, es decir los locatarios del costado de Maipón, es diferente a la del resto de la plaza, la falta de regulación que predomina en el patio de las frutas y verduras, les afecta directamente e incluso termina siendo un despropósito para la investidura turística que se busca potenciar.
Tiempo atrás, con la administración Zarzar Andonie, lograron confeccionar un nuevo sistema de concesión, consiguiendo un contrato por 50 años más y una nueva ordenanza, que dejaba atrás a la anterior que se promulgó de 1961, por lo que estaba totalmente obsoleta.
“Nosotros nos atrevimos a darle mano y hemos podido solucionar nuestros problemas, sin embargo, los problemas que estamos teniendo son por la falta de regulación que hay en el costado de las frutas y verduras, tanto en los patios de Arturo Prat como el de Isabel Riquelme, precisamente, por la falta de una ordenanza actualizada, sólo tienen un borrador que no está aprobado”, advierte.
A su juicio, lo anterior redunda en la falta de orden que se advierte en algunos pasillos que corresponden a la plaza de las artesanías, en la falta de observación al cumplimiento de los horarios “y eso es importante porque se tiene que hacer aseo, pero si los locales siguen funcionando, los encargados de la limpieza no esperan y toda la basura se queda ahí afectando a clientes turistas o a nosotros mismos, también”, acusa.
Para ejemplificar sus crítica la aparición de locales de ventas de productos propios de un supermercado o el uso de los pasillos comunes para dejar sacos de papas.
“No podemos perder de vista que somos un mercado tradicional, que representamos las raíces folclóricas de la zona, las personas que nos visitan esperan comprar o comer alimentos y comidas propios del país, frutos secos de la región, quieren ver artesanías realizadas localmente, pero si no se resguardan esos valores, esto se va ir perdiendo”, afirma.
Este argumento fue recogido por el concejal Patricio Huepe, quien remarca que, pese a que es el concejo municipal, el ente llamado a promover y aprobar una nueva ordenanza, “creo que cuando se trata de temas de alto valor patrimonial y de nuestras tradiciones, se debe concursar un trabajo previo realizado por especialistas. En este sentido, los llamados a revisar las bases para una nueva ordenanza deben ser Cultura y Patrimonio”.
Luego admite que “es cierto que algo se ha ido desvirtuando el objetivo de la feria, por ejemplo, hay locatarios que le pasan productos a algunas personas de nacionalidad haitiana para que las salgan a vender en un carrito de supermercado de manera ambulante, informalmente, para ahorrarse impuestos”.
El concejal comenta que ya ha tenido acercamientos con las direcciones de Turismo, Cultura y Patrimonio, para que trabajen antes que nosotros una propuesta de nueva ordenanza, de modo tal que ésta tenga fundamentos culturales, para que no perdamos por desatención, parte de nuestro patrimonio histórico, nuestro patrimonio vivo”.
Lo anterior fue refrendado por el propio alcalde, Camilo Benavente, quien añadió que “en este proceso es necesario que se realicen consultas ciudadanas, porque hay personas en la comunidad que pueden aportar mucho en este sentido y que toda la información que ellos tengan se articule con los estudios y levantamiento de información que puedan hacer Cultura, Turismo y Patrimonio”.
Lo anterior va más allá del mero Perogrullo. “Hay cosas delicadas que revisar. Por un lado nosotros como municipalidad no queremos ser la piedra de tope para algún emprendimiento de algún vecino, sin embargo, hay que entender que no todos los espacios públicos se pueden utilizar para cualquier actividad. En el caso de la feria y el mercado, hablamos de un espacio para la venta de ciertos productos, siempre relacionados con lo que produce nuestra zona, no es posible que algunos locales comiencen a funcionar como bazares, para esas actividades hay otros lugares”.
Desde lo patrimonial
La encargada de la Unidad de Patrimonio, de la Municipalidad de Chillán, Karin Cáardenas, confirmó a nuestro medio que al menos desde la UPA ya se ha ido trabajando conforme a la solicitud del alcalde Benavente.
“Nos encargaron recoger antecedentes históricos, patrimoniales, y sobre todo de los usos que ha tenido el mercado municipal, lo que es muy relevante para tener a mano una base antes de iniciar cualquier conversación o discusión de alguna nueva ordenanza”.
Esta ruta investigativa y de levantamiento de información relevante le otorgará al municipio la confirmación (o descarte) de la existencia de patrimonio que salvaguardar en el sector, “pero también comprendiendo las extensiones a estos usos históricos que se generan en el presente. Es innegable el que constantemente se vayan presentando nuevos usos comerciales, así que nuestra tarea es ver de qué manera esto dialoga con, por ejemplo, las diagonales de ventas más tradicionales, ver cómo pueden coexistir y ver de qué manera podemos evitar que a su vez, vayan desordenando y desperfilando el sentido real de este mercado”, explicó la directora.
Karin Cárdenas enfatizó que no necesariamente, lo patrimonial representa una condición estática, sino que también puede suponer transformaciones en el tiempo.
“De hecho, el mercado ha tenido varias transformaciones, antes, en el siglo XIX eran muy pocas las diagonales, mucho más específico lo que se vendía, es decir era casi sólo carbón, madera, suecos, artesanía y figuras de greda de Quinchamalí. Ahora también, con la llegada de inmigrantes se ha diversificado la venta de alimentos y condimentos que antes no había en Chile”, detalla.
Pese a que locales de ventas de artículos de aseo, ropa no artesanal, alimentos para mascotas y otras ofertas similares a las de un supermercado, tienen –objetivamente- nulo valor turísitico o patrimonial, “lo importante es ver cómo se puede ordenar el mercado”, concluyó.
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