Señor Director:
El cambio climático es una realidad mundial ineludible. Sus efectos no solo repercuten en la variedad y ocurrencia de los fenómenos socio naturales, sino que trascienden las esferas de desarrollo habitual de personas, familias y comunidades.
En esa línea, la gestión del riesgo de desastres es un desafío prioritario
en el trabajo con los actores sociales, incluyendo a la familia, como el actor más importante para la concientización del riesgo, pues una familia que es capaz de reconocer los riesgos internos y externos podrá desarrollar recursos que le permitan actuar de forma resiliente ante la adversidad.
La capacidad y proceso resiliente de los individuos y sus familias serán claves para permear las barreras de su entorno e impulsar acciones a nivel comunitario, pues una comunidad organizada requiere de familias conocedoras de los riesgos, pero sobre todo conscientes de sus capacidades y recursos transferibles para la acción colectiva, en torno a las amenazas que veremos cada vez más a menudo y que exigen ampliar la mirada hacia una gestión de riesgo de desastres que incorpore la visión protagónica de sus afectados en toda escala.
Así, en la gestión de los riesgos la incorporación de una óptica desde la familia hacia la comunidad invita a producir la sinergia necesaria para enfrentar un desastre en la medida que ésta active su participación a nivel de comunidad, pero también reciba la contención comunitaria que reduzca las vulnerabilidades propias de su sistema familiar, actuando recíprocamente en la diminución del estrés ante la emergencia.
En consecuencia, la tarea de los profesionales del área social es potenciar la transferencia de recursos y participación de las familias en los espacios comunitarios, permitiendo que las acciones en torno a la gestión de riesgo de desastres cobren sentido en el espacio local.
Andrea Fuentes Aguilar