Extranjeros en Ñuble inquietos por la percepción que existe hacia la migración
Share This Article
Controversia ha causado a nivel nacional la exigencia de un carnet de identidad chileno para ingresar al Mercado Mayorista Lo Valledor, una medida que fue impulsada por la administración para proteger a clientes y trabajadores ante el incremento de delitos.
Pese a que desde el centro de abastos de la Región Metropolitana enfatizaron que la medida no busca discriminar a los migrantes, sino garantizar que todos estén en conformidad a la ley, desde el gobierno criticaron la decisión, advirtiendo eventuales conductas discriminatorias hacia ese segmento de la población.
La contingencia puso en el tapete nuevamente la realidad de los migrantes que han llegado al país en busca de un futuro más próspero.
Ñuble no está ajena a este fenómeno, ya que la población extranjera en el territorio ha crecido progresivamente entre los años 2018 y 2022.
Se estima que existen 12.223 personas extranjeras en la región, lo que representa un 0,8% de la población migrante en Chile.
La cifra total de foráneos en la región representa un alza de 664 personas, es decir, un aumento de 5,7% respecto a 2021, siendo la región con mayor crecimiento relativo en el último año, de acuerdo a cifras del Servicio Nacional de Migraciones.
La población extranjera la componen 6.656 hombres (50.8%) y 5.567 mujeres (49.2%). El 58,8% tiene entre 25 y 44 años.
En detalle, por grupo etario, durante 2022 los extranjeros entre 0 a 19 años representaban un 13,0%; entre 20 y 39 años un 54,2%; entre los 40 y 59 años un 26,7% y las personas de 60 y más, un 6,2%.
El grueso de esta población está encabezado por venezolanos, con un 40,5%, lo que representa un aumento de 2,5% respecto a 2021. Le siguen los haitianos (23,6%), quienes en 2018 representaban el mayor porcentaje con un 40,6%, disminuyendo 17 puntos durante el periodo. Posteriormente están los colombianos (6,9%), argentinos (5,6%) y peruanos (4,5%), entre otras nacionalidades.
Detrás de las cifras, emergen diversas historias de migrantes que dejaron sus tierras y seres queridos en busca de mejores oportunidades debido a la crisis económica o el clima de inseguridad e incertidumbre política que remece a sus países de origen. Muchos ven en Chile la estabilidad necesaria para empezar una nueva vida.
Magdelin Grave de Peralta Reyes (49) es cubana y trabaja como profesora en la Escuela México de Chillán. Es historiadora y profesora de Enseñanza Básica de profesión. Llegó a Chile hace 18 años, tras estar viviendo primero en Bolivia. Convencida por la situación económica y política más favorable que el país vecino, decide viajar rumbo a territorio nacional impulsada también por la necesidad de conocer nuevas culturas.
En Chile, primero estuvo en Iquique, donde trabajó y estudió su segunda carrera ante las dificultades de convalidar su primer título profesional. En esa estadía conoció a su marido, un prevencionista de riesgos ñublensino, hoy fallecido, con quien tuvo dos hijos, y con quien viajó a Chillán, ya que en este lugar se encuentran sus redes de apoyo y un entorno idóneo para conformar su familia.
“Si bien Bolivia es un país grande y hermoso, tiene muchos conflictos internos, para ellos ponerse de acuerdo y tener un poco más de políticas públicas y cosas que veía que no avanzaba el país. (…) Era el primer periodo de Bachelet en Chile. En ese momento la economía se veía bastante bien, porque el dólar estaba por lo menos en 400 pesos. Vi todas esas cosas y tenía una amiga en ese tiempo y me dijo: ven para que pasemos fin de año y veas acá qué te parece. Entonces yo había pensado, no sé, en otros países de la región, pero Chile era el más atractivo, económica y políticamente. Y tenía algo que yo quería mucho, el mar”, expuso Magdelin al explicar sus motivaciones para vivir aquí.
En Chillán logró consolidar su familia, desarrollarse como profesional y adquirir una casa propia. Obtuvo la residencia definitiva y la nacionalidad chilena. Su hijo, de 25 años, estudia sicología y la menor -de 14 años- va al colegio.
“En lo laboral llevo 13 años trabajando en el sistema público. Soy titular y he ido escalando en cuanto a las evaluaciones docentes. Vivo en mi casa propia, materialmente hablando tengo cubiertas todas mis necesidades, mi hijo está por salir profesional y a mi hija le va muy bien en la escuela. O sea, me ha ido muy bien. (…) Siento que es momento de partir, que llegué a mi tope, porque ahora han cambiado mucho las cosas y las relaciones que se dan entre las personas de aquí y los extranjeros, no es como hace 17 años”, reconoció.
Para la profesional, la percepción que se tiene en Chile de los extranjeros ha cambiado en relación al pasado. Cuando ella migró había menor flujo y más integración.
“Antes era como de acogida, un poco más llano. Ahora no, y no por mi historia personal, sino, en general, veo un poco de maltrato por el hecho de ser extranjero. Hay maltrato con las palabras que se usan, puede ser detrás o delante del extranjero. Los extranjeros no quieren ser migrantes. Uno de repente vive en un lugar, pero son cosas que pasan en la vida. Insisto, no me ha pasado directamente. Pero en general, hay un poco de aislamiento. Bueno, se llama clasismo y racismo”, criticó.
“Me preocupa, porque una ciudad que se piensa construir en forma inclusiva como decimos tanto en las escuelas, y qué pasa con la sociedad que le dice lo contrario. (…) La persona extranjera merece una escucha activa, un trato digno, aunque se vea de la forma muy diferente a lo que estoy acostumbrado”, agregó.
Desde su perspectiva, la imagen hacia los migrantes se ha visto afectada, en parte, por el tratamiento que ha dado la prensa a las informaciones, al exacerbar la nacionalidad de los delincuentes en los casos policiales difundidos por los medios nacionales.
“Porque veo que los medios de comunicación pueden influir muy bien o no tan bien. En este momento, veo que hay un aumento considerable con el tema de la seguridad. El mencionar que los delincuentes son de tal o tal nacionalidad eso no nos ayuda como sociedad, porque el delincuente no es producto de la nacionalidad. Entonces ese manejo en el grueso de población, genera también una coraza o escama bien fuerte. Porque no todos los extranjeros son delincuentes”, sostuvo.
El trato indiferente y la resistencia a aceptar lo foráneo que ha percibido hacia la población migrante es un tema que le preocupa, especialmente cuando se apela a la inclusión e integración en las sociedades.
“Me hace sentir mal, porque veo que, en lugar de evolucionar, estamos yendo hacia atrás. Sabemos que en el mundo entero hay movimientos de personas, porque la gente se mueve por la economía. Chile en un momento determinado ofreció o mostró que era un país en Latinoamérica sólido económicamente y con proyección, entonces, bueno, era lógico que iban a tener migración”, recalcó.
Al ser consultada sobre el abordaje de la política migratoria de Chile, señaló “que la gente irregular que se tenga que empadronar, eso está bien, pero también tengo casos cercanos que, con el caso de Cuba, que uno trata de invitar a familiares o amistades, que compartan con lo que tú tienes, con tu experiencia, Chile no te da la visa en Cuba. Entonces, esa rigidez también provoca que la gente decida hacer otro tipo de cosas como la ilegalidad por los pasos fronterizos”.
La tranquilidad de Chillán
Warren Flores Beltrán es venezolano y hace seis años está en Chillán junto a su esposa y dos hijas. Al igual que muchos de sus compatriotas dejaron su país de origen debido a la crisis económica. Su salario como trabajador del transporte público no era suficiente para cubrir las necesidades de su núcleo familiar y la economía por allá no daba luces de mejorar.
“En el 2018 el tema de la mercadería y alimentación, era muy fuerte. Estaba limitada. Yo tenía trabajo pero la economía estaba cambiando drásticamente, los sueldos no daban para comprar. Era frustrante y sabía que la situación estaba empeorando. Por eso, se toma la decisión de salir del país”, recordó.
Eligió Chile para empezar una nueva vida, por ser un país atractivo económicamente para los venezolanos. Un amigo le recomendó vivir en Chillán, por ser una localidad similar a su natal San Cristóbal, es decir, tranquila y acogedora.
Al llegar a tierras locales, trabajó unos meses en la cosecha del arándano en Coihueco y Chillán. Luego encontró un puesto como encargado de panadería en dos locales, que le han permitido mantener una estabilidad para su familia. Aunque a futuro, anhela tener su propio negocio.
“Ha sido una muy buena experiencia. Han sido muy solidarios y buenas personas los chilenos con quienes hemos compartido”, valoró.
De cara a la realidad nacional, Warren se ha sentido integrado. Sin embargo, sostiene que, en general, la forma en que es vista la población extranjera en Chile ha cambiado a lo largo de los años, ya que hay migrantes que llegan a aportar al desarrollo de la región, como otros involucrados en situaciones conflictivas.
“Sí ha cambiado la percepción, pero han sido eventos que se han suscitado por otros extranjeros que llegan a Chile a hacer lo que no deben. Cuando vienes a trabajar y aportas a este país te consigues a ese tipo de chilenos, pero hay gente que ha tenido experiencias malas por quienes, por ejemplo, han arrendado sus casas y le han dañado sus cosas, hay gente que se ha tropezado con atracadores. Entonces, le han hecho cambiar la perspectiva del venezolano y del extranjero. No podemos meterlos a todos en un solo saco, porque hay chilenos que tienen muy buena perspectiva del extranjero, como quienes que no, porque han tenido una experiencia desagradable con el extranjero”, describió.
La mirada que se tiene del foráneo en el presente, no deja indiferente a Warren, quien, si bien reconoció que ha sido tratado con respeto y amabilidad, le inquieta que sus hijas vivan malas experiencias y les afecte.
“Mis hijas han tenido experiencias donde se monta en el colectivo y están hablando de los extranjeros y ellas me dicen que prefieren quedarse calladas, porque hay comentarios que hacen cosas malas, que robaron, que vienen a hacer lo malo. Entonces, claro yo les digo que no se sientan identificadas. Ellas me dicen que les duele, porque hablan del venezolano”, dijo.
Consultado sobre la política migratoria, dijo que “Chile no estaba preparado para esto. Yo llegué el 13 de febrero de 2018 y el 26 tuve la cita en Extranjería y en junio me dieron el carnet, pero ya después se alargaron los tiempos. Estoy legal, pero no tengo la visa definitiva. A mi esposa e hijas se las aprobaron. Yo que tengo más tiempo aquí, aún estoy en espera. (…) El llegar tanta gente le ha costado al país adaptarse. Una visa definitiva por las leyes se demora seis meses, pero se puede demorar uno o dos años. Al haber tantos casos, no había tantas personas preparadas para atender. En la oficina de Migración hay cuatro personas en Chillán y a nivel nacional hay más de medio millón de extranjeros”.
Emprender en el rubro gastronómico
Francisco Salazar Méndez (53) es argentino y hace 10 años reside en Chillán. Llegó motivado por su esposa, quien es ñublensina. Tienen dos hijos y ambos tienen un negocio de comidas. Se conocieron en Viña de Mar y luego se fueron a Mendoza, donde trabajaron en su propio taller mecánico. Sin embargo, la situación económica en Argentina no era próspera, por lo que deciden volver a Chillán, donde tiene residencia definitiva.
“Del Che a las llamas” se llama su emprendimiento enfocado en preparar asados con el sabor argentino a domicilio, a las brasas o a leña. La pandemia y la necesidad de producir, lo llevó a avanzar en otra línea comercial, un local de colaciones. Ambos negocios están vigentes en la actualidad y presentes en redes sociales.
“Al principio no fue fácil para lo que quería implementar, pero con el tiempo me fui acomodando a vivir acá y la verdad es que nos ha ido bien. Hemos tenido tiempos buenos y más o menos, pero como todo el mundo. En Chillán nos sentimos más seguros que nada. Nos conocemos con todos los vecinos y la verdad es que no echamos de menos esa parte que se usa mucho en Argentina de los vecinos”, relató.
Según su visión, la mirada que se tiene actualmente en Chile hacia los migrantes es preocupante, ya que genera tensión social en la comunidad.
“Yo creo que ha cambiado, pero no sé. Lo que pasa con nosotros los argentinos, no es lo mismo que con los colombianos y venezolanos. Yo nunca me he sentido discriminado y sí he visto que por ahí no los han tratado bien. Pero en lo particular, no. He escuchado mucho el tema de que la gente ya está aburrida de tanto extranjero, porque los asocian directamente con el tema de la inseguridad. En las noticias, a lo mejor de 10 personas que son detenidas, 8 son extranjeros. Uno como extranjero, le da rabia, porque uno quiere surgir, trabajar y vivir bien, porque cuando se habla de extranjero entramos todos”, manifestó.
Respecto a su opinión en torno a la política migratoria dijo que “lo qué sí sé es que cada vez hay más gente, quizás no está controlado al 100%. Es más malo para la persona que entra y que está haciendo papeles, porque no puede hacer nada legal y está expuesta a malos tratos y queda vulnerable totalmente”.