Señor Director:
Frente a la pandemia, estudiantes y profesores se enfrentaron a una realidad desconocida. Hubo que usar diversos recursos tecnológicos para lograr aprendizajes, implementar nuevas metodologías de enseñanza, conocer la realidad de cada familia y contener socioemocionalmente a la comunidad educativa en un contexto de encierro.
Por esto, el Simce fue suspendido en 2020, dando la opción de una muestra voluntaria para medir este nuevo escenario. Situación que se repetiría en 2021. La semana pasada, la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados aprobó los proyectos de ley que suspenden el Simce y la Evaluación Docente para este periodo. ¿Consecuencias? La respuesta obvia sería “sin resultados, no hay mejoras”, pero quizá, puede ser el momento de generar un análisis más profundo: ¿será que la pandemia nos da una oportunidad para cambiar la forma de medir?
En el caso de la Evaluación Docente, ¿será una oportunidad para avanzar en conocimientos que permitan fortalecer la práctica docente? Al menos he visto que los profesores han volcado su llamada “vocación” al servicio de sus estudiantes y familias, para lograr -por cualquier medio- los aprendizajes esperados y la estabilidad emocional.
Ángela Guzmán Michellod
Directora Unidad de Formación Inicial Docente, UACH