Señor Director:
Tengo por la Escuela México cariño, fui alumno fundador, mi esposa fue profesora y dos hijos también estudiaron ahí. Viví en
México 15 años, conocí a protagonistas de aquel gesto solidario post terremoto de 1939. Recibo con estupor la noticia que se quiere
intervenir por algunos “creativos” una donación cargada de simbolismo. Comparto con el arquitecto Claudio Martínez: murales y
aulas escolares son un conjunto pensado como lo ha recordado el historiador Marco A. Reyes: “La Capilla Sixtina de América Latina”,
documento que los “creativos” desconocen. No por casualidad se complementó el mural con retratos en cada sala de próceres de
América Latina que desaparecieron por el descuido de las autoridades de la escuela y la ciudad. La idea fue crear una escuela de
inspiración latinoamericana.
En mi tiempo cantábamos los himnos de todos los países y conocíamos algo de su historia y geografía. Había una ligazón entre
la escuela y las pinturas. Todo esto parece carecer de importancia para quienes piensan reemplazar las salas de clases por oficinas o
salones de ensayo para músicos y bailarines. Convertir la escuela en un museo cuando está aprobado el proyecto de un gran museo
regional, parece absurdo. Cabe preguntarse: ¿Será prudente cambiarle el sentido al regalo de un país amigo? Dicen que el gobierno
mexicano estaría de acuerdo con el cambio que se propone. ¿Qué otra cosa podrían decir si los destinatarios del regalo quieren darle
un sentido distinto al que pensaron los donantes? Déjenme decirles que como quiero tanto a México, me pongo colorado cuando
veo que algunos quieren transformar la Escuela México en algo distinto de lo que quisieron los que la crearon.
Alejandro Witker, Historiador.
