Escasez de profesores en los colegios
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El periodo escolar está llegando a su fin y me vino a la memoria una columna de opinión que escribí hace unos tres años, por este mismo medio, donde se describía el fenómeno y la problemática asociada a la escasez de profesores en la enseñanza básica y media en Chile, producto de un desinterés en las pedagogías que desde hace más de una década viene experimentando un comportamiento dramático al alza.
Lamentablemente los pronósticos dados a conocer en ese entonces se han ido cumpliendo e incluso los ajustes que se han realizado para predecir el déficit futuro de docentes, en diversas áreas, dan cuenta de que el problema es aún mayor. Pero esto no se trata solo de la baja matrícula en las carreras de pedagogía; también hay que mencionar la alta rotación, y más preocupante todavía, la deserción de su trabajo, particularmente en los primeros años de ejercicio profesional. Estudios del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la Universidad de Chile revelan que entre los años 2005 y 2016, aproximadamente el 20% de los docentes noveles hace abandono antes de los cinco años de ejercicio y, de ese porcentaje, la mitad se retira de forma permanente.
Aunque es considerado un fenómeno mundial, el caso chileno no nos debe dejar indiferentes, considerando que como país vemos algunas particularidades asociadas al problema que no se han ido resolviendo con la velocidad que quisiéramos. Los aspectos por mejorar en el sistema educativo tienen que ver con la escasa reputación social que poseen las carreras de pedagogía, las bajas remuneraciones que percibe el profesorado, la poca cantidad de horas no lectivas con relación a las horas de aula de un profesor, una carrera docente que no considera adecuadamente la progresión, las malas condiciones laborales, entre otras.
Por otra parte, en cuanto a la formación en pedagogía, creo que estamos de acuerdo en que la calidad no se transa cuando queremos buenos profesionales de la educación en las aulas, pero la Ley Nº20.903, que aumenta las exigencias a los postulantes, provocó que menos alumnos ingresaran a carreras pedagógicas, agudizando el problema de la falta de profesores.
Al mismo tiempo, dicha ley considera que solo las universidades acreditadas pueden dictar pedagogía, dejando fuera a los institutos profesionales y centros de formación técnica. Lo anterior pone en evidencia que la solución para un problema estructural no pasa por intentar resolver un solo aspecto de este, sino que deben considerarse todas las aristas y tomar acciones integrales que permitan cambios con cierta gradualidad en la implementación.
Sin embargo, aunque se avance en soluciones, se debe tener presente que hoy la tarea del profesor no es fácil, debiendo lidiar con fenómenos como el fuerte desarrollo tecnológico, la violencia o la falta de interés del alumnado.
Pensemos que ya a principios del siglo pasado el famoso psicoanalista Sigmund Freud, con un particular punto de vista, calificó la tarea de educar como “un oficio imposible”, al igual que el de psicoanalista o presidente de un país, porque “de antemano, podemos estar completamente seguros de que los resultados que se logren nunca serán suficientes”.