La diversidad en recursos naturales y riqueza cultural hacen que Ñuble, al menos en teoría, sea una región que debiera estar en un lugar significativo dentro del desarrollo del país. Pero la realidad, incluso histórica, deja en evidencia una situación mucho más precaria.
Desde siempre el desarrollo productivo en la zona se ha desenvuelto en un sistema mono productor, centrado en la explotación de los recursos naturales. Primero fue el oro, después el trigo. Luego hubo un incipiente desarrollo industrial con curtiembres e industrias de alimentos, pero prácticamente todo se vino abajo con el terremoto de 1939. Con la reconstrucción y de la mano del llamado Plan Chillán que dio origen al Campus Chillán de la Universidad de Concepción, llegó el conocimiento universitario.
Desde la década del 80 en adelante, la agricultura y la industria asociada al desarrollo forestal se convirtieron en las principales actividades, además del comercio y servicios que siempre ha tenido un rol relevante, particularmente en Chillán donde converge la población de las otras 20 comunas, la mayoría rurales.
Si se observa entonces la manera cómo se ha ido gestionando la matriz productiva, resulta fácil advertir que es muy dependiente de los ciclos de la actividad económica y de compleja readaptación ante estos cambios.
La creación de la región de Ñuble permitió también establecer la primera hoja de ruta para nuestro desarrollo. Un instrumento que se hizo cargo de las principales vocaciones productivas y actividades y económicas, pero que después de 5 años de “vida independiente” es necesario actualizar, pues en este breve período se han producido importantes cambios sociales y políticos, como la pandemia del Covid-19 y la creación de los gobiernos regionales, que sugieren una revisión de las prioridades y también correcciones a aspectos que no fueron incorporados o menospreciados en 2019. Entre ellos se encuentra la asesoría de universidades regionales y no una entidad capitalina como fue en el primer proceso, lo mismo que una amplia participación ciudadana, componente también ausente en la primera Estrategia Regional de Desarrollo (ERD).
Esta vez el proceso será liderado por la Universidad de Concepción, con participación de la Universidad del Bío-Bío y de la Universidad Católica de Concepción, y además considera talleres ciudadanos, talleres sectoriales, un seminario y una encuesta online. En total, serán más de 40 encuentros desplegados por las 21 comunas de la región para conocer la visión y los objetivos que los habitantes de Ñuble tienen para el desarrollo de las comunidades y sus territorios.
Ñuble necesita una estrategia de desarrollo que conecte todas las dimensiones (económica, social, cultural) de la actividad regional, jerarquice objetivos, propuestas e inversiones y cuente con los mecanismos adecuados para ser evaluada periódicamente, pues no basta tener lineamientos estratégicos, sino también indicadores de éxito medibles que permitan ir monitoreando los progresos registrados.
Una herramienta de planificación de tal importancia y alcance presupone una acción integrada del sector público y privado, un compromiso de las diferentes entidades del mundo social y por supuesto, el apoyo y convicción de las autoridades políticas. En este tema no hay dobles lecturas: sin una hoja de ruta clara, Ñuble seguirá marcando el paso.