Con el debate sobre la reforma al sistema de pensiones concentrando la atención de las autoridades, la tasa de informalidad laboral sigue evidenciando que, de cada tres trabajadores, uno es informal, es decir, que no cuenta con contrato de trabajo, no cotiza para su pensión y no tiene derechos laborales.
La informalidad, un fenómeno que se ha incrementado en todo el país, no solo es sinónimo de precariedad para el trabajador, sino que también es factor de subdesarrollo.
Según la encuesta de empleo del INE, en la región de Ñuble, la tasa de ocupación informal fue de 36,2% en el trimestre octubre-diciembre -la segunda más alta del país-, anotando una leve caída de 1,4 puntos en 12 meses, pero todavía en niveles históricamente altos, los que comenzaron a observarse durante la pandemia.
De acuerdo a estadísticas de la Superintendencia de Pensiones, en diciembre de 2023, un total de 124.151 trabajadores de Ñuble cotizaron en las AFP, de un total de 218.818 ocupados, según la encuesta de empleo de INE.
En la región, las tasas de informalidad son levemente superiores en mujeres (36,5%) respecto de los hombres (35,9%). Asimismo, se observan guarismos más altos en los tramos de mayor edad, por ejemplo, una tasa de 45,2% en el grupo de 55 años y más.
A partir de estos datos se pueden sacar las primeras conclusiones, como las dificultades de algunos grupos para integrar el mercado laboral formal en la región, así como también la falta de interés, lo que está relacionado con el escaso dinamismo económico y algunas rigideces, tanto en lo normativo como en las características de la oferta y demanda de empleos.
En ese sentido, bien vale poner atención al impacto que pudieran estar generando en el mercado laboral algunas medidas que han contribuido a encarecer el empleo formal, como el aumento del salario mínimo, la reducción de la jornada laboral y el eventual incremento de 6% en la remuneración imponible para destinarlo a las pensiones.
Pero también es importante considerar la rigidez de las jornadas como un desincentivo a la formalidad, ya que hay un importante número de trabajadores que tienen también un rol de cuidadores de niños o ancianos, donde el teletrabajo o el trabajo parcial constituyen sus únicas alternativas.
La informalidad es también la única alternativa para quienes han perdido su empleo y no han podido reinsertarse en el mercado laboral en las mismas condiciones salariales anteriores, viéndose obligados a emprender o trabajar por cuenta propia, un mundo donde se estima que el 70% de los trabajadores son informales, según un reciente estudio del Observatorio Perspectivas.
En términos generales, la informalidad laboral se combate con crecimiento económico, un desafío complejo para el país y para la región; por otro lado, se requiere flexibilizar la legislación laboral, con pragmatismo y sin eslóganes, de manera que ésta responda adecuadamente a las necesidades de las empresas y los trabajadores, sin que ello signifique una desprotección; pero también se enfrenta con educación y con fiscalización efectiva, dos aspectos en los que hay mucho por mejorar.