Chile es el país de mayor prevalencia de diabetes en Sudamérica y también está por sobre el promedio mundial de prevalencia comparada de la enfermedad. Los pacientes con diabetes tipo 2, representan el 12,3% de la población, tasa muy superior al promedio mundial que es de 8%, el doble de lo que había hace 10 años. Hoy 2,5 millones de chilenos sufren esta patología y seguirán aumentando. En Ñuble son aproximadamente 44 mil los enfermos, aunque adecuadamente controlados hay menos, aproximadamente un 70%, todos casos asociados a la obesidad y sobrepeso.
Es evidente que si esos factores y el sedentarismo siguen aumentando, la diabetes también lo hará. De hecho, la Sociedad Chilena de Endocrinología y Diabetes, advierte que antes se veían casos en mayores de 60 años, pero ahora es gente mucho más joven que ya tiene la enfermedad, en edad temprana y tienen que vivir muchos años con ella.
En efecto, actualmente se ve con mayor frecuencia casos de adolescentes con diagnósticos asociados a hipertensión arterial, hígado graso metabólico y dislipidemia, todas patologías asociadas a esta enfermedad “silenciosa”, de la cual los pacientes -muchos, con graves antecedentes familiares a los que no les dan importancia- se enteran de que la padecen cuando ya está avanzada y les provoca complicaciones que, en muchos casos, son invalidantes.
Estudios recientes muestran que más del 50% de los pacientes fueron diagnosticados tardíamente, es decir, cuando presentaban síntomas de que la enfermedad ya había sido desarrollada. Este porcentaje se eleva a un 73% en el caso de las personas entre 18 y 29 años.
Por supuesto, la herramienta insustituible para la prevención es la educación. El autocontrol de la glucemia para, por ejemplo, reconocer un episodio de hipoglucemia es fundamental. Lo mismo ocurre con los embarazos de madres diabéticas, para los cuales el asesoramiento debe apuntar al cuidado de la salud y la nutrición materna, por el impacto en el niño por nacer.
Hoy es frecuente encontrar información en plataformas digitales para llegar a una cantidad de público más amplio con indicaciones que van desde las dietas hasta la actividad física. Es decir que un aprendizaje constante sobre esta enfermedad ayudará a los enfermos a alcanzar una mejor calidad de vida, y a sus familias a entender y acompañarlos en el tratamiento de una enfermedad que, si bien aún no tiene cura, es altamente tratable y controlable.
Educar para vivir con diabetes, difundir la importancia de la actividad física para su prevención y control, y la promoción de una vida saludable son objetivos que debería fijarse el Estado a través de sus diferentes unidades.
Se trata de una continua prédica por la salud que, sin estimular temores, informe, oriente y promueva las conductas que favorecen su cuidado.
Por otra parte, es indispensable que la atención sanitaria crezca en extensión eficiente y se reduzca el número de los que carecen de medios para afrontar riesgos que son ineludibles.
La calidad de vida de la población debe ser prioritaria y sobre todo ante enfermedades como la diabetes, que una vez manifestada puede comprometer la vida entera si no se reciben los tratamientos, los medicamentos y la educación necesarios. Aumentar conciencia sobre ella será siempre bienvenido