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Señor Director:
El pago de 17 millones de pesos brutos mensuales a Marcela Cubillos, por parte de la Universidad San Sebastián, ha sido la expresión más evidente de la decadencia y mediocridad política, del desdén hacia la ciudadanía.
¿La razón? Sencilla. Tanto Cubillos como sus adherentes y sector político han defendido a rajatabla la remuneración percibida por la abogada, apelando a cuestiones como las remuneraciones de altas autoridades de gobierno, el caso Fundaciones y otros tantos. En este sentido, no deja de llamar la atención que se busque sólo “empatar” y que nadie entregue argumentos vinculados a las capacidades académicas, la formación e incluso la calidad de la docencia de Cubillos. Todo es buscar hacer el punto político con un desprecio absoluto por la transparencia, la probidad, las personas y la libertad. Este último concepto, que duda cabe, ha sido altamente vilipendiado y ajustado a conveniencia toda vez que, bajo la lógica de mercado, es éste quien establece la legítima ganancia en base a méritos profesionales, académicos, formativos, trayectoria y éxitos. Y Cubillos no tiene nada de eso, pero aún así percibió esa remuneración. Eso no es libertad, sino más bien libertinaje.
Y mientras oficialismo y oposición continúan enfrascados en sus dimes y diretes, apelando a la lógica del empate y el punto político, donde nadie asume nada si que todo es “ustedes también lo hacen” – como si todo fuera normal y justificable – los grandes perdedores, una vez más, son los ciudadanos, quienes con resignación deberán concurrir a las urnas los días 26 y 27 de octubre sin tener mayor motivación, incentivos ni por qués. Todo, qué duda cabe, en un ambiente con altos niveles de mediocridad, polarización y elementos favorables para el surgimiento de liderazgos populistas.
Rodrigo Durán Guzmán