La controversia protagonizada por el intendente de la vecina Región del Biobío, Sergio Giacamán, por sus reparos al plan “Fondéate en tu casa”, que le valieron un reto en cadena nacional de los ministros Paris y Bellolio, esconde bastante más que la representación del sentir ciudadano, o un oportuno posicionamiento mediático y político del jefe regional. Se trata de una tensión que persistirá por mucho tiempo, incluso sin sus protagonistas, pues tiene de fondo un debate que está vivo en Chile y muchos otros países con modelos de estado unitario y centralista.
El semanario inglés The Economist plantea un lúcido análisis sobre la eficaz respuesta de estados descentralizados para articular soluciones más rápidas que han conseguido reducir el número de casos infectados, las muertes y el colapso de sistemas de salud. Lo opuesto ha ocurrido con gobiernos centralizados que, en general, han experimentado severos problemas para poner en marcha medidas de apoyo económico y sanitario.
Además, el semanario británico nos recuerda un tema clave sobre la naturaleza de esta pandemia global: “su impacto depende mucho de las realidades locales, de las epidemias locales, cada una con su propia trayectoria”.
Lo anterior, sin embargo, no significa que la emergencia sanitaria deba quedar exclusivamente en manos de las autoridades regionales y escalar políticamente al punto de asumir tareas de gestión en ámbitos que no son de su especialidad. La mejor estrategia frente al Covid-19 es la cooperación entre los diferentes niveles de gobierno, concepto repetido en los discursos oficiales, pero que tiene muy poco anclaje en la realidad.
Un buen ejemplo es precisamente este controvertido protocolo que relaja las medidas sanitarias para celebrar Fiestas Patrias, aplicado sin diferencias de Arica a Magallanes, menospreciando el riesgo de los brotes familiares, que son la principal fuente de propagación del coronavirus en Chile; y sin reparar en las diferentes realidades que viven las comunas del país, pues aunque discutible, un permiso para celebraciones familiares podría ser pertinente en ciudades en Fase 3 o Fase 4, pero jamás en aquellas donde los contagios están en alza y se encuentran en cuarentena, como ocurre con el Gran Concepción, o Chillán y Chillán Viejo.
No puede desconocerse que en una crisis de esta magnitud se requiera una coordinación nacional, especialmente por la destinación de recursos, pero no puede implicar que las regiones sean desoídas, como tampoco el ninguneo de la ciencia y, particularmente, de las mesas científicas regionales.
Parte importante del problema radica en la existencia de modelos mentales y prácticas que están en la base y hacen operar instituciones nacionales, dando respuestas estándar a problemas específicos y diferenciados. Sin embargo, la realidad está mostrando la ineficiencia de las respuestas centralizadas. Porque resulta evidente que hoy la situación de la pandemia Covid-19 es muy heterogénea en el territorio nacional y, por tanto, exige respuestas focalizadas. De hecho, se ha visto que los países que han logrado sortear mejor esta pandemia son todos federales o tienen una alta autonomía regional.
No debería sorprendernos la indiferencia centralista, pero el problema es que esta vez se nos puede ir la vida en ello. Literalmente. Porque una cosa es seguir repartiendo recursos desde Santiago, pero otra es la realidad de la pandemia, que se soluciona en los territorios, con su gente -la sana y la enferma- y con sus gobiernos regionales y locales.