Señor Director:
En el cuento “El traje nuevo del emperador”, un niño grita “el rey va desnudo”, reconociendo lo que todos los demás preferían ignorar, aun estando conscientes de la farsa. Por supuesto, los asesores y sectores oficialistas, con la sola y única finalidad de cuidar su riqueza, estatus y poder, tildaron de falaz tamaña afirmación, destacando la belleza y elegancia del traje que, recordemos, había sido confeccionado con “la más maravillosa tela que pueda imaginarse”.
En política encontrar este tipo de situaciones es más común de lo que se piensa. De hecho, se usa para referirse a cualquier hecho o situación negados por la mayoría, a pesar de la evidencia, especialmente cuando quien lo difunde es el gobierno. Ejemplos, varios: si la delincuencia está descontrolada, el gobierno dirá que la situación está controlada. Si el crecimiento económico está estancado, el gobierno dirá que están desarrollando un espectacular plan de reactivación. Si el precio del pasaje del transporte público aumenta, el gobierno dirá que es un reajuste necesario, pero gradual, para el sistema.
La cuestión es que el gobernante siempre tendrá la razón y nunca estará equivocado. Sus cercanos, asesores y demases difícilmente le dirán lo contrario, o le harán ver su error, en una confusión supina que antepone la condescendencia por sobre la lealtad. La cuestión es instalar y construir un relato donde, a pesar de que las evidencias lo demuestran, todo pareciera estar bien y cada día mejor.
Pero cada fábula siempre nos deja una advertencia: sólo porque todo el mundo crea que algo es verdad, no significa que lo sea. Y cuando el pueblo se dé cuenta, y despierte del letargo, podría ser muy tarde para el emperador.
Rodrigo Durán Guzmán