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El retorno de una amenaza

La economía de Ñuble vive días de inquietud a causa de un enemigo diminuto que puede alterar la actividad frutícola local: la Lobesia Botrana, también conocida como Polilla de la Vid.

Las alarmas las encendió el último informe del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), donde se revela que las capturas de ejemplares inmaduros en vides crecieron un 386% en un año. El salto es abrupto: de 2.160 ejemplares en marzo de 2024, a 10.500 en marzo de 2025.

El aumento se da justo en Ñuble y Biobío, que desde 2020 cuentan con un beneficio estratégico para la industria del arándano. Se trata del System approach, un acuerdo con Estados Unidos que permite exportar arándanos frescos sin fumigación con bromuro de metilo, siempre que el huerto esté libre de la plaga. Es decir, sin System approach, la fruta debe fumigarse, y la fumigación no solo encarece el proceso y reduce la vida útil del arándano, sino que elimina automáticamente su condición de orgánico.

En Ñuble, esa certificación es clave, pues 27% de las exportaciones de arándanos frescos en 2024 .equivalentes a US$ 15,6 millones- tuvieron como destino el mercado norteamericano. Perder el beneficio sería retroceder más de una década, a 2013, cuando Estados Unidos impuso la fumigación obligatoria a buena parte de la producción chilena, tras detectar la plaga.

Tras varios años con baja presión de Lobesia, la temporada pasada fue un “año de polilla” y eso obliga a un replanteamiento inmediato de las prácticas de control. Hay que tener presente que una sola detección en un huerto adscrito al programa puede comprometer a toda la zona productora.

La amenaza no se limita a los huertos comerciales. Estados Unidos considera también el entorno: parras caseras, viñedos silvestres y predios abandonados, especialmente en el Valle del Itata. Cada foco sin control es un riesgo latente que no respeta cercos ni linderos. De allí que el combate requiera coordinación intersectorial: arandaneros, viñateros, productores de cerezas, el SAG y también los vecinos.

Frente a este panorama, el SAG endureció su estrategia. Desde esta temporada, los productores de uva, arándanos y ciruelos deben aplicar insecticidas de primera generación de manera obligatoria, incluso si usan emisores de confusión sexual, principal herramienta del programa oficial. La medida responde a factores que escapan al control humano, como la primavera lluviosa de 2024, que favoreció la explosión poblacional de plagas.

El mensaje es inequívoco: no hay margen para la complacencia. Como advirtió el director regional del SAG, Osvaldo Alcayaga, basta un solo hallazgo para que el System approach colapse en Ñuble y Biobío. Eso implicaría fumigar el 100% de la fruta con destino a Estados Unidos, lo que dejaría fuera del mercado premium a los productores orgánicos y golpearía la competitividad de toda la región.

La historia ofrece una lección reciente. El System approach fue conquistado en 2020 tras años de gestión, inspecciones y controles. Perderlo no solo afectaría la temporada en curso, sino que sería un golpe a la reputación fitosanitaria regional y un retroceso para el posicionamiento internacional de Ñuble como exportador confiable.

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