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Después de cuatro siglos de presencia en la región y 90 años en la conducción de la Parroquia Santo Domingo, la orden de los Dominicos dejó la conducción parroquial, por idea del administrador apostólico de Chillán, en manos de la religiosa española Marta García, quien compartirá la administración con dos hermanas dominicas. El último fraile, el argentino Miguel Ángel Céspedes, parte hoy a Santiago, donde la orden ha decidido concentrar a los religiosos en vista de que en Chile no hay más de 12 según expertos. Pese a que a fin de año llegarán al convento dos frailes dominicos de avanzada edad, las hermanas serán las encargadas de mantener la obra social de la orden, el policlínico y el comedor social, y podrán realizar bautismos.
La retirada de los Dominicos en la conducción parroquial se suma a la de los Franciscanos en 2011 y a la de los Carmelitas Descalzos en 2010, por lo que en Ñuble solo queda la presencia de los Mercedarios. Expertos en Iglesia coinciden en que el ocaso de las órdenes religiosas coincide con los tiempos de crisis que atraviesa la Iglesia Católica por los casos de abusos sexuales a menores y por la disminución de vocaciones religiosas que ha gatillado la crisis y la poca sintonía de las nuevas generaciones con la institución.
Crisis de los Dominicos
El fraile Miguel Céspedes reconoció que “esta situación ocurre porque estamos flojos de personal de vocaciones, pero esto no es un cierre, sino una reestructuración según nuestras posibilidades”.
Adrián Cisternas, expárroco quien estuvo 14 años en la Parroquia Santo Domingo y el año pasado también fue trasladado a Santiago, destaca la misión de la orden. “Para la ciudad, la comunidad Dominicana de Chillán ha sido reconocida desde sus orígenes como una casa de predicación y formación. En el contexto de la pequeña nación que estaba surgiendo, como las otras órdenes presentes en la ciudad, cumplió la misión de atender pastoralmente a los católicos que se estaban asentando en la ciudad en formación. La orden siempre ha desarrollado una labor formativa, hasta la actualidad, con la creación más reciente del Centro Dominicano de Teología y Biblia”, detalla.
Y explica que la reestructuración “se da por una razón muy específica, y esperamos que sea pasajera, una parte de nuestros hermanos son mayores de edad, somos pocos, y hemos tenido dificultades para organizarnos de manera adecuada y en diálogo con la comunidad local”.
Sobre las razones de la crisis en las vocaciones, precisa que “vivimos en una sociedad laica, lo que me parece muy positivo. Sin embargo, algunos estamentos de la sociedad han hecho que se mire con sospecha a la religión, no solo a los cristianos, sino también a las culturas ancestrales que quieren vivir su propia experiencia religiosa. También a la falta de coherencia que nos ha llevado a la crisis. a la falta de profundidad de nuestra propia vivencia religiosa, que progresivamente va enfriando nuestra vivencia cristiana, y a que el espíritu “va donde quiere” y suscita nuevos carismas de servicio para comunidad. Hay que reconocer que como Iglesia somos lentos en reconocer esas nuevas formas de servicio”.
Cisternas advierte que “llevamos más de un año sin obispos titulares y la Iglesia no se ha caído, por el contrario, necesitamos este tiempo de transición. Experiencias novedosas como el servicio que comenzó a prestar esta semana la hermana Marta en nuestra Parroquia serán cada vez más comunes. La Iglesia está pensando seriamente -no sin oposición- servicios como el diaconado femenino, que algunos esperamos dé pasos, también, a la ordenación presbiteral de mujeres”.
Crisis de los Franciscanos
En 1927 los frailes Franciscanos fundaron su Parroquia en Chillán, pero su presencia en Ñuble se remonta al siglo XVI, como envangelizadores en misiones en tiempos de la Conquista española. También destacaron en educación a través de los colegios de propaganda Fide. “En el convento de Chillán es donde se comienza a recopilar toda la información que existe en esa época respecto de la evangelización, la educación y el encuentro intercultural que existe entre los colonos y los pueblos originarios. Eso es importante porque hay una recopilación archivística y de obras de arte. En el año 1835 los franciscanos se trasladan al nuevo Chillán, y comienzan a levantar el actual convento en el siglo XIX, desde el cual se forman distintos frailes para la evangelización”, relata el fraile Felipe Márquez, guardián del convento y uno de los tres religiosos de la orden que permanecen en Chillán, luego de que comenzara su éxodo en 2011 por falta de vocaciones. También estuvieron a cargo del Colegio San Buenaventura, pero lo traspasaron a las hermanas franciscanas.
Márquez recuerda que “en 2011 se comienzan los trámites para dejar Chillán; por la falta de vocaciones franciscanas se tenía que elegir qué conventos se tenían que comenzar a dejar por necesidad, no por cuestiones de opciones institucionales, este proceso de dejar la ciudad se ha dilatado desde esa época hasta ahora porque vino el terremoto de 2010 y se decidió no dejar ruinas, sino algo más o menos en pie y funcionado para que no sea una carga para la Diócesis”.
En mayo pasado se realizó el último proceso de recuperación del templo y los archivos fueron trasladados hasta la Universidad de Talca para su adecuada mantención. La orden trabaja en un proyecto de restauración que debiera terminar en 2023, y reevaluará el próximo su continuidad en la zona. El fraile precisa que el objetivo es “ofrecer a la comunidad un centro comunitario cultural, donde se aloje el museo y archivo histórico y existan espacios para talleres de música y preuniversitarios, y que las comunidades tengan buenas condiciones para seguir funcionando”.
En relación a la crisis que atraviesa la orden que tiene 80 religiosos en todo el país, afirma que “la crisis es más profunda que solamente el tema de acusaciones por abuso de poder o sexual, creo que es una crisis que está golpeando algo mucho más profundo de nuestra Iglesia, y que se transforma repentinamente en una oportunidad para volver a los orígenes y ser más radicales en nuestras opciones como institución espiritual y que debe permitir no solo la justicia social, sino también un espacio que humanice y que lleve al encuentro con Dios”.
El éxodo de los Carmelitas
La orden de los Carmelitas Descalzos llegó a Chillán en 1904, e inauguró la Iglesia de la Virgen del Carmen en 1913. Myriam Duchens, historiadora a cargo del proyecto de restauración de los Carmelitas, destaca que “en la época del terremoto de 1939 asistieron a los chillanejos en su aflicción en los pasillos del convento que junto a la iglesia fueron uno de los pocos edificios que sobrevivieron al sismo. Este hecho junto a los atributos arquitectónicos de su estilo neogótico fueron muy valorados por el Consejo de Monumentos para otorgarle la categoría de Monumento Nacional”. Pero luego del terremoto de 2010 la iglesia y el convento se deterioraron por lo que se fueron de Chillán.
Sin embargo, Duchens asegura que están listos para volver. “En estos momentos el proyecto de diseño de restauración está terminado y cuenta con todas las aprobaciones. Solo se espera la asignación de recursos de las autoridades para que se inicien las obras”.
Expertos explican la crisis
Marcial Sánchez, doctor en Historia experto en Iglesia, analiza que “hay una baja vocacional de orden masculino fundamentalmente. La mantención de una casa es bastante onerosa y a veces las mismas congregaciones u órdenes religiosas prefieren entregarla, en el caso de los Franciscanos han entregado la casa de Rancagua y ahora están entregando la de Chillán, y lo están haciendo porque no tienen dinero y personal para poder estar en ellas, no tienen la capacidad económica”.
El experto asegura que la falta de vocaciones se relaciona “con el propio desprestigio que está teniendo la Iglesia Católica a nivel nacional”.
Y advierte que las religiosas están enfrentando mejor la crisis. “Las religiosas no buscan visibilidad como lo hacen por ejemplo los Jesuitas, ellas hacen su trabajo, van a un comedor infantil, trabajan con los niños, si hay un problema lo solucionan, las mujeres están trabajando. Cuando una vocación femenina llega a una orden y observa que están trabajando, atrae, pero en el caso de los varones no es así, porque tienen que estar permanentemente dando disculpas por los abusos sexuales a menores”.
Y agrega: “El otro elemento clave tiene que ver con la familia chilena que no ha ido perdiendo la fe, sino que se ha ido alejando de la Iglesia Católica. No van a entregar a la Iglesia ningún hijo cuando esté saliendo de cuarto medio. La familia chilena ve que la Iglesia en su seno de formación no es un lugar seguro, y eso hace que pierda vocaciones”.
Sánchez asegura que los mercedarios aún resisten en Chillán porque “hicieron un trabajo previo, hace un tiempo atrás tuvieron una crisis profunda, muy fuerte, y en la recuperación de esa crisis tuvo mucho que ver Morales que hoy día es administrador apostólico de Puerto Montt, ellos tuvieron que sacar a gente y se aplicó el derecho canónico por diferentes motivos internos, pero eso lo empezaron a aplicar antes que reventara en Chile el tema”.
María José Castillo, historiadora experta en Iglesia, de la Universidad San Sebastián, sostiene que “la falta de vocaciones ha sido un proceso natural del libre mercado y secularización que se ha ido apoderando de lo que es el devenir de nuestro país y que está muy marcada en un periodo donde la fe ha sido un poco desplazada en comparación a lo que es vivir para trabajar”.
Y añade que otra causa es la crisis por abusos. “El rechazo de la ciudadanía respecto a los abusos ha provocado que se esté empezando a vaciar los templos y es comprensible. Menos van a haber vocaciones en estas circunstancias, y las que hay deber ser maduras para seguir un camino espiritual en estas condiciones”.
Alex Ovalle, académico del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de La Serena y experto en catolicismo, considera que “la Iglesia está pasando por una crisis, esta retirada de las órdenes en la región responde a una crisis vocacional que dice relación con un modelo o situación nacional de la Iglesia en Chile, la ausencia de vocaciones religiosas genera que no exista el contingente necesario de las órdenes desde Santiago para poder enviar a las regiones. En el caso de Chillán ha habido muchos problemas con los casos de abusos sexuales, eso también ha influido”.
Y advierte que la solución está en manos de los laicos. “Hay que empoderar a los católicos para que se hagan cargo del catolicismo, es complicado pensar que una institución que tiene siglos de antigüedad, y que tiene estructuras tan rígidas vaya a encontrar una solución”.