El viernes pasado finalizó un nuevo periodo de Gestión de Episodios Críticos (GEC) del Plan de Descontaminación Ambiental (PDA) de la intercomuna Chillán-Chillán Viejo. Desde la seremi de Medioambiente la evaluación es positiva, al comparar las cifras 2021 con el promedio histórico registrado, desde la creación de la Región de Ñuble.
Sin embargo, una mirada más rigurosa de lo realizado en torno a esta estrategia que proyecta disminuir en 70% las emisiones de material particulado que causan la contaminación del aire en la capital regional, deja un balance bastante preocupante sobre esta política pública promulgada el 25 de octubre de 2015.
El PDA considera en sus 10 años de vigencia una serie de medidas estructurales para cumplir su objetivo. Una de ellas es el reemplazo de las viejas estufas, pero en el mismo rango de relevancia para cumplir el objetivo se ubican la aislación térmica de las viviendas, la ampliación de áreas verdes y forestación urbana, el mejoramiento del transporte público para reducir el uso del automóvil particular, la implementación de calefacción distrital y la transformación de la matriz energética basada en la leña.
Como se ve, el recambio de calefactores, que ha sido el “caballo de batalla” de la autoridad ambiental, es solo uno de los componentes de la estrategia para enfrentar el que antes de la pandemia del covid-19 era el principal problema de salud pública de la ciudad. Y si bien se aprecia un buen cumplimiento de este ítem en los últimos años, la verdad es que solo ha servido para que el plan de descontaminación recién se ponga al día con el promedio necesario para llegar a 20 mil equipos de calefacción nuevos en una década.
El problema es que de forma aislada, esta línea de acción se vuelve irrelevante para el objetivo global, independiente de que sea popular entre la gente y un millonario y lucrativo negocio para un reducido grupo de empresas proveedoras. De hecho, evaluar la transparencia y eficiencia en la compra de los equipos y en los procesos de postulación es una tarea que debería realizarse justo ahora, al cumplirse la mitad de la vigencia del PDA de Chillán-Chillán Viejo para, justamente evaluar éste y otros componentes del plan, lo que hasta ahora ha sido desestimado por la autoridad, que apuesta por una supuesta planeación para una macrozona que incluiría a otras comunas de la región, como San Carlos, Bulnes y Coihueco.
La argumentación de la seremi de Medioambiente resulta bastante discutible, no solo por no cumplir lo consignado en la planeación, sino sobre todo porque aspirar a una estrategia de descontaminación de mayor cobertura territorial, sin evaluar lo realizado y no realizado hasta ahora, sería una torpeza.
Preocupa la autocomplacencia de las autoridades locales por los resultados de este año, que fueron mejores al promedio histórico, pero no precisamente por el PDA, sino por cuestiones climáticas que son aleatorias y en nada garantizan un 2022 con mejor aire. Por ello, lo que corresponde es evaluar y transparentar lo realizado por esta administración, y esperar que en un próximo gobierno se observen cambios sustantivos en la gestión de este instrumento que fue concebido no solo como un masivo recambio de estufas, sino como una política integral para enfrentar las deterioradas condiciones ambientales que sufrimos cada otoño e invierno en la capital de Ñuble.