A contracorriente de lo que se suele pensar sobre la carencia de una real valoración de nuestros bienes culturales, no es la ciudadanía la que ve con indiferencia su patrimonio, por el contrario, se ve una saludable conciencia; y un buen ejemplo de esto pudo verse en la favorable opinión pública que generó la defensa del Liceo Narciso Tondreau.
La iniciativa municipal de fusionar el centenario Liceo con la Escuela Los Héroes y el Grupo Escolar, debido a la subutilización de su edificio por la sostenida caída de la matrícula, y dar paso a un colegio municipal con cursos de kínder a cuarto medio, abrió un interesante debate sobre el nombre que debía llevar este nuevo establecimiento, cuyo proyecto educativo es muy diferente al del tradicional instituto de humanidades fundado en 1853.
Ahí aparecieron primero exalumnos, profesores, historiadores (as) y actores culturales locales que utilizando los espacios que otorgan medios de comunicación como éste, levantaron un movimiento ciudadano de rechazo a la idea de eliminar el nombre del educador que impulsó su desarrollo a principios del siglo XX y lo posicionó en un nivel de prestigio a nivel nacional, no solo en el plano educativo, sino que también en el ámbito artístico y cultural.
Narciso Tondreau Valín inauguró una época dorada del Liceo, donde era la promesa de instrucción y progreso y que tuvo entre sus maestros al fundador de la Universidad de Concepción, Enrique Molina Garmendia y entre sus alumnos a Nicanor Parra, Federico Puga, Armando Lira, Alfonso Lagos, Tomás Lago, Walterio Millar y un listado interminable de chillanejos que brillaron en las más variadas actividades de la vida nacional.
En efecto, durante más de un siglo, el Liceo cumplió una función importantísima en la Región, recogiendo las aspiraciones de miles de jóvenes por un mejor futuro a través de la excelencia, formando literatos, científicos e incluso políticos. Fue también un espacio de vanguardia intelectual y práctica de la democracia, muy vital y conectado con la ciudad y sus habitantes.
Esa herencia, y el respaldo ciudadano que genera su mística y tradición, fueron las que finalmente motivaron al municipio a desechar cualquier idea de cambio de nombre, lo que constituye un positivo acto de escucha por parte de la autoridad. Además, se trata de una demostración concreta de coherencia con el discurso del desarrollo endógeno de Chillán y la proyección de comuna histórica, con una fuerte raigambre identitaria, defensora de la cultura local, porque justamente es ella las que nos distingue y nos hace únicos en el contexto nacional e internacional.
Hay cosas que parecen modestas y que para los tecnócratas pueden no tener gran valor, pero en la narrativa comunitaria tienen una enorme significación desde el presente, porque conectan con un pasado glorioso e inspiran un futuro mejor. Con sus 166 años a cuestas, el Liceo Narciso Tondreau es una de ellas.