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La problemática de la pobreza y de la distribución del ingreso están constantemente siendo objeto de análisis y preocupación de las autoridades y académicos, principalmente en una zona donde existen importantes bolsones de pobreza.
Sin embargo, altos índices de pobreza no son sinónimo de mala distribución del ingreso y, por otra parte, una igual distribución de renta no necesariamente implica menos pobreza. Teóricamente, en una región todos pueden ser igualmente pobres, por lo que no habría una gran diferencia en la distribución de los recursos y, entonces, no existiría inequidad de ingresos.
Esa aclaración es importante tenerla en cuenta al analizar la situación de ambos factores en Ñuble, ya que al aplicar el coeficiente de GINI (indicador de desigualdad), se puede constatar que presenta una distribución de ingresos entre sus habitantes mejor que el promedio del país, sin embargo, tiene proporcionalmente más pobres que otras regiones que exhiben peores indicadores de equidad de rentas.
La presencia de estos dos fenómenos -alta pobreza y menor diferencia en la distribución de ingresos- está indicando que en Ñuble existe un problema importante de generación de riqueza y trabajos de alto valor económico, lo que en definitiva es una mala noticia, ya que existe una alta relación entre los trabajos mejor remunerados y el valor que la sociedad le asigna a lo que las personas entregan por dicho trabajo como un elemento que aporta mayor riqueza a la zona. Es así como en la medida que los mejores profesionales no se encuentren en Chillán, sino que emigren a otros lugares, será difícil ir sumando valor agregado al trabajo, lo que a su vez genera mejores ingresos.
Los especialistas son coincidentes al momento de señalar que la educación y el trabajo son los factores que influyen directamente en la obtención de mejores ingresos para el hogar, por ende, mejorar la calidad de ambos elementos son las herramientas en las que tiene que invertir la futura Región de Ñuble, lo que no siempre es de fácil solución, ya que hay factores estructurales que atentan contra ello. Uno de los más importantes es el centralismo nacional e intrarregional, que actualmente cruza tanto las decisiones públicas como privadas de inversión en trabajo, pero también en educación, capacitación, innovación y desarrollo, fomentando un círculo vicioso que es complejo de romper.
Las empresas no tienen sus gerencias generales en la zona, donde sí tienen sus plantas productivas, por lo que los trabajadores con los sueldos más altos se encuentran en Santiago, pero esto también impacta en la toma de decisiones, lo que a su vez actúa como un imán para los mejores talentos y los altos ejecutivos, que quieren participar de ese otro círculo, pero más virtuoso, que se forma en la alta dirección de una compañía.
Cambiar esta mentalidad es una tarea de largo aliento, por lo que en el corto plazo, la manera que tienen las personas más pobres de mejorar sus ingresos es a través de las políticas sociales bien focalizadas, ya sea vía subsidios o beneficios indirectos de educación, salud y vivienda.
Pero la política pública no puede conformarse con esta labor, ya que la única forma de ir cortando la cadena que se forma con la pobreza y la dependencia del Estado es entregando herramientas que les permitan a las personas poder mejorar sus posibilidades de empleo y la calidad de este.