En 105 años de historia, Ñublense sabe más de fracasos que de éxitos en la arena competitiva.
Como la mayoría de los equipos de regiones, su derrotero no está marcado por los hitos deportivos, pero sí por tropiezos y dificultades.
Por eso Ñuble ha celebrado, en su justa medida, la histórica clasificación a la Copa Sudamericana, de un club humilde que representa a la región más pobre de Chile.
Un club que no tiene plagada sus vitrinas de copas, pero que ha logrado, en estas últimas temporadas, de la mano del DT Jaime García, recuperar su sentido de pertenencia.
La identidad perdida, la conexión con su gente y la sintonía con un pueblo futbolero que se identifica con el espíritu combativo y resiliente de este plantel que hizo historia.
El hito protagonizado por García y sus gladiadores en La Cisterna, el pasado sábado, es el resultado de un proceso silencioso basado en la presencia de un gran líder, el trabajo colectivo de jugadores con disposición a entrenarse y hambre de revancha, una dirigencia que bancó al entrenador en la etapa más compleja y una hinchada que jamás dejó de creer, a excepción de un sector que siempre quiere quemar todo a la primera de cambio. Sin embargo, el gran hito de Ñublense esta temporada, es haberle devuelto a la ciudad y a toda la Región de Ñuble, el orgullo de llevar la camiseta roja y el derecho a soñar.
Los diablos rojos reactivaron la credibilidad en una hinchada que ahora siente que el club que los representa, juega con esfuerzo y valor, más allá de los resultados que consiga. Ñublense recobró su sello perdido y eso sí que es un hito para seguir creciendo.