El principal producto de exportación de Chile, el cobre, también está sufriendo con la guerra comercial entre China y Estados Unidos. De acuerdo a la plataforma especializada Bloomberg, todos los precios a futuro proyectan fuertes caídas.
Lo anterior obliga a pensar en la necesidad de seguir avanzando en la diversificación de la matriz productiva del país, de manera que el mineral rojo deje de ser “el sueldo de Chile”, pues las consecuencias negativas de esa alta dependencia no solo se observan en el erario fiscal, sino que también, en toda la economía.
Apostar por la diversificación implica no solo sectores económicos, sino que también agregación de valor, porque el peor error sería pensar que la exportación de otras materias primas, como los minerales, las frutas, los pescados o la madera, podrían ser la solución.
En ese sentido, la apuesta debe ser por la elaboración de alimentos con mayor valor agregado, un objetivo que aún está lejos de ser alcanzado, porque en este rubro el sector primario sigue liderando las exportaciones, es decir, frutas, pescados y carnes.
Y es que si bien Chile es hoy uno de los principales exportadores de alimentos del continente, su canasta está dominada por materias primas. Basta señalar que de todas las exportaciones de alimentos, un 90% se concentra en 34 productos. En Ñuble, la oferta es mucho menos diversificada y se concentra principalmente en los berries.
Se podrá argumentar que en los últimos años el envío de productos congelados ha ganado terreno en la zona, con el desarrollo de una infraestructura de procesamiento adecuada y nuevas inversiones, pero ello constituye un nivel de agregación de valor bastante inferior a lo que se aspira.
No se trata de abandonar negocios tan rentables en Ñuble como la producción y exportación de arándanos, cerezas, frambuesas y espárragos, sino que diversificar la oferta, mediante el desarrollo de productos como los alimentos procesados, los ingredientes, los aditivos y los extractos naturales, o incluso, mediante la innovación en la conservación, como la deshidratación y la liofilización, por nombrar algunos ejemplos, y por otra parte, seguir desarrollando nuevas variedades de especies que respondan a las necesidades que demandan el mercado, la logística, las enfermedades y el clima.
Existen iniciativas en el ámbito de la investigación que cuentan con el apoyo de los sectores público y privado, y hay experiencias en materia de inversiones, pero constituyen proyectos en fases muy iniciales o bien, aquellas que están en ejecución, no representan una tendencia.
Por otra parte, es indispensable que exista un compromiso del Estado, y por tanto, de las autoridades, de generar incentivos en el agro de manera de brindar las condiciones para una efectiva industrialización, con más obras de riego, con infraestructura de transporte y logística adecuada y con capital humano calificado, pero principalmente, con una visión integradora que permita posicionar a la industria de los alimentos como un nuevo motor de la economía y -por qué no-, el nuevo sueldo de Chile.