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Cómo olvidar, quienes vivieron en la Avenida Collín de los 80, lo que era el estero Las Toscas y su entorno.
Cantinas, casas que se caían solas, gente aturdida de borrachas en el suelo, el ruido de la curtiembre con su intimidante fauna roedora y la fetidez con la que de tanto en tanto el estero decía presente.
Pero Las Toscas (llamado así por las enormes piedras que se instalaron en sus laderas para evitar los desbordes) tiene una historia que precede al mismo Chillán actual. Antes del terremoto que devastó la ciudad en 1835, era el legendario estero Maipo, en donde se libraron varias batallas, algunas protagonizadas por los hermanos Carrera.
Cuando a causa del desastre Chillán fue reubicada en su sitio actual, el estero quedó atravesando el área urbana hasta Chillán Viejo, generando una relación ni tan amorosa con la comunidad.
Fue recién a fines de los 90 que un ingeniero alemán tuvo la visión de rescatar el entorno y convertir al estero, aún vestido con ropas antiguas, en un pulmón verde, en un espacio de encuentro público que podría definirse, al menos coloquialmente, como un parque.
El proyecto “Parque Urbano Estero Las Toscas” se desarrolló, entonces, entre los años 2000 y 2004, con la cooperación del Gobierno de Alemania con el propósito de desarrollar un estudio de ingeniería para la posterior construcción de un espacio urbano en un tramo de 700 metros.
El objetivo de este proyecto fue dar a la comuna de Chillán un espacio renovado, incorporando el concepto de transformación de un cauce que cruza la ciudad a un parque urbano. Para ello, se utilizaron fondos regionales con un costo para su construcción cercano a los US$300.000.
Era, en el papel, una gran idea incluso considerada como Proyecto Bicentenario y prometía tener en sus tres primeras etapas 20.000 m2, los que le aportarían a una ciudad sin parques áreas verdes, senderos peatonales, ciclovías, bancas, luminarias, riego, pasaje de borde, rampas para minusválidos y pasarela peatonal.
Sin embargo, bajo la misma administración municipal, la de Aldo Bernucci, en que se aprobó y arrancó el proyecto, se decidió bajarle la cortina sin terminarlo.
Hoy el estero Las Toscas sigue siendo un dolor de cabeza para los vecinos, quienes se siguen quejando de las ratas, de la basura que hace nata en el lecho y sobre todo “estamos cansados de que todas las noches, o al menos cinco de las siete a la semana, lleguen universitarios y jóvenes en general a tomar, a drogarse, a pelear y hacer escándalos con parlantes a todo volumen, y a veces hasta con bombos”, dice Jairo Molina, quien vive en la última casa de calle Rosas, antes de llegar al estero.
Hoy, que Chillán ya empieza a vestirse de verde con sus nuevos parques de Ultraestación, y una proyectada extensión, lo mismo para el Parque de Sarita Gajardo que proyecta ocho hectáreas y el de Quirell, en San Carlos.
A esto se debe agregar una serie de proyectos de recuperación de espacios en Chillán y el resto de la región. No obstante para el estero Las Toscas no hay nada en concreto para el futuro.
Solo por si acaso, el municipio local dejó, a través del Plan Regulador Intercomunal Chillán (Prich), cautelados todos los alrededores del estero, para un eventual proceso de recuperación que deberá realizarse en conjunto con la Municipalidad de Chillán Viejo.
Al menos el Prich actualmente en estudio lo propone como “parque intercomunal”, pese a que técnicamente hoy no cuenta con las dos hectáreas que un espacio requiere para ser considero como tal.
Aún no hay sanción del Prich respecto al estero. Si lo considera parque, el Minvu y las municipalidades deberían ponerse manos a la obra.
Un futuro eventual
“El Proyecto Parque Urbano Estero Las Toscas” se desarrolla a lo largo de el, desde la compuerta con el Canal de la Luz hasta el limite urbano de Chillán. Todo el borde del estero será un parque ininterrumpido. En el tramo inicial el estero debe mantener su lecho natural, reforzado las paredes con bolones en las curvas. Al entrar en la ciudad el lecho se transforma en un perfil regulado, con instalaciones de un parque, como por ejemplo miradores, caminos, una ciclovía, etc.”.
Así rezaba el primer párrafo del proyecto presentado para el “Parque Estero Las Toscas”.
Sin embargo, posibles desbordes del estero en algunos de sus tramos, la poca afluencia de personas al sector, y la mala fama del afluente hicieron surgir muchos detractores a la idea.
Es un hecho igual de cierto que el proyecto se niega a morir y si el Prich lo sanciona como “parque”, ya hay trabajos adelantados que deberán ser analizados en cuanto a su factibilidad.
Carlos Urrestarazu, seremi del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu), dice que “si llegáramos a tomar esta iniciativa, dependiendo de lo que sancione el Prich, lógicamente que no se trata de intervenir solamente el borde del estero. Hay que reconocer que se deberán tomar paños muchos más extensos, de forma que sea un parque lineal, apropiándose de algunos sectores para expandir sus límites. Esto no se trata de crecer dos metros más a cada lado”.
En ello está trabajando hace algunos años la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Desarrollo (UDD) en Concepción.
“Esto es un convenio con esa casa de estudio y son sus alumnos de cuarto y quinto año, que están desarrollando los anteproyectos con una mirada de futuro, para ir viendo cómo podría quedar un parque en el estero”, dice el seremi, quien insiste (por cuarta vez en la misma entrevista) en que “todo está recién a nivel de ideas, no hay nada concreto”.
El loco estero
Créalo o no, hay vecinos del sector que, testigos de lo que fue el estero en la década de 1960, aseguran haber ido hasta pescar truchas para pasar las tardes de los plácidos veranos chillanejos.
El crecimiento de la población, de la urbanización y de las necesidades sociales, acabaron con el romanticismo de Las Toscas, por mucho que hoy una decena de candados puestos en las protecciones de los puentes busque emular las amorosas tradiciones de otros países.
Para José Luis Arumí, académico de la Universidad de Concepción, investigador principal del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (Crhiam), “hay un concepto universal en la creación de parques y es la necesidad de contar con seguridad. Si no hay un compromiso de Carabineros, la instalación de algún retén móvil o casetas de seguridad municipal, va a pasar lo que de hecho ocurrió en ese lugar: se llenó de personas que van a tomar, a fumar, a ensuciar y hacer escándalos y no conozco a nadie que crea que así deba ser un parque familiar”.
Para las familias del sector, no ha sido fácil tampoco vivir ahí. “Yo nunca le tuve mucha fe a ese proyecto”, admite César Mendoza, quien tiene un taller de tubos de escape junto a su casa, en calle Rosas.
“La verdad, lo único que ha mejorado es que ya no está el olor que había antes. Pero los ratones no se han ido, la basura sigue igual, y más encima, ahora tenemos que soportar el griterío y la música de los lolos en las noches. Menos mal que robos y asaltos no se ven por acá”, repasa.
Sin embargo, otro vecino, José Luis Neira, pide que “lo hagan o no lo hagan parque es necesario que igual le metan mano al lugar, no lo pueden dejar botado. En los veranos el olor del agua es podrida de hedionda y en las noches el boche no se aguanta. Es algo que ya aburre”.
De familias paseando, nada. De miradores, menos, si se apunta al basural. Pese a eso, de tanto en tanto vecinos que entienden de urbanismo, como José Luis Arumí, pasean por el lugar junto a su perro, soñando con el rescate de la arteria insigne de Chillán. “Me pregunto si algún día entenderán los importante que es”, dice.