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El futuro del huemul

La cordillera de Ñuble guarda uno de los patrimonios naturales más valiosos y frágiles del país: el huemul. Esta especie emblemática, símbolo nacional y hoy en peligro crítico de extinción, enfrenta una amenaza que va mucho más allá de su supervivencia biológica. Lo que está en juego es la capacidad de la región de resguardar sus ecosistemas de montaña, su biodiversidad y, en definitiva, su futuro ambiental y productivo.

Las recientes investigaciones y acciones de conservación desarrolladas en el territorio de la Reserva de Biósfera Corredor Biológico Nevados de Chillán–Laguna del Laja muestran que cuando existe voluntad, planificación y trabajo colaborativo, es posible revertir tendencias negativas. No es menor que las amenazas al huemul hayan disminuido en un 58%, resultado que refleja años de esfuerzo sistemático, presencia territorial y una comprensión más integral del vínculo entre comunidades humanas y naturaleza.

En ese contexto, la clausura de los programas FIC de Fomento Productivo y Desarrollo Territorial y Gestión Ambiental Sustentable, ejecutados durante tres años por la Universidad de Concepción con financiamiento del Gobierno Regional, marca un hito relevante para Ñuble. Estas iniciativas demostraron que el desarrollo económico local no es incompatible con la conservación, siempre que se base en criterios de sustentabilidad, conocimiento científico y respeto por los ecosistemas.

El trabajo en terreno con comunidades cordilleranas, la capacitación de recolectoras y recolectores de productos forestales no madereros, el fortalecimiento del turismo de montaña y la gestión ambiental participativa son ejemplos concretos de una mirada de largo plazo. Se trata de actividades que generan ingresos, identidad territorial y oportunidades, sin hipotecar los valores ecológicos que sostienen la vida en la cordillera.

Pero el huemul sigue siendo el indicador más sensible de si vamos por el camino correcto. Con menos de un centenar de individuos estimados en la zona, su sobrevivencia depende de una protección real y efectiva de su hábitat. Fragmentación del territorio, presión humana, actividades mal planificadas y ausencia de fiscalización siguen siendo amenazas latentes. Por eso, avanzar hacia una mayor superficie de áreas protegidas, como la transformación de la Reserva Ñuble en Parque Nacional, no es un lujo ni una consigna ambientalista: es una necesidad estratégica para la región.

Proteger al huemul implica también resguardar el bosque nativo, las zonas altas que regulan el ciclo del agua y los paisajes que sustentan el turismo y la identidad cordillerana. Es, en definitiva, una inversión en resiliencia frente al cambio climático y en calidad de vida para las generaciones futuras.

Ñuble tiene hoy evidencia, capacidades técnicas y experiencias exitosas. El desafío es no retroceder. La protección del huemul debe dejar de ser solo un símbolo y transformarse en una política regional sostenida, donde Estado, academia, comunidades y sector productivo asuman que cuidar su hábitat es cuidar el corazón mismo de la cordillera. Allí se juega no solo el destino de una especie, sino el de toda la región.

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