Resultan incomprensibles y extravagantes muchas de las argumentaciones y propuestas normativas que recientemente ha comunicado la convención constitucional. Una de las definiciones equivocada, y por cierto inaceptable, es la pretensión de no considerar adecuadamente la tradición chilena como hilo conductor, o eje de cohesión social en la nueva constitución política.
En mi opinión, prescindir en los fundamentos constitucionales de las costumbres que han perfilado nuestra idiosincrasia, deshonra, menoscaba, y disocia abierta y profundamente, una propiedad esencial tanto de nuestra cohesión social como también respecto de la composición axiológica que nos hemos dado desde que nos identificamos como chilenos. Y es que nuestras costumbres, nuestro folclor y ritos, también las prácticas sociales que las diversas comunidades y generaciones hemos ido cultivando en el tiempo, y en definitiva todo lo que bien podemos llamar el ethos chileno, ha pervivido en nuestro devenir desde la fundación de Chile como nación soberana. Sin embargo, a partir del trabajo que están presentando ahora, es posible observar que lo que están haciendo los convencionales es un nocivo intento de eliminar nuestro pasado para ‘producir’ un Chile imaginado por quién sabe quién.
En este sentido, convendría que el equipo convencional tuviera presente una muy sensata e ilustrativa reflexión de T.S. Eliot, el reconocido literato anglo-americano y premio Nobel de literatura de 1948:
“El tiempo presente y el tiempo pasado Acaso estén presentes en el tiempo futuro .Y tal vez al futuro lo contenga el pasado. Si todo tiempo es un presente eterno.Todo tiempo es irredimible”.
Pues bien, ¿acaso la propuesta constitucional no debería asumir el desafío de conciliar y proponer un desarrollo natural de los valores pasados para encarar el contexto futuro? Para decirlo en simple, parece descabellado que los convencionales descarten o se desprendan del sentido histórico.
Tener sentido histórico supone considerar los valores que sostienen muchos de los actos con que año a año los chilenos conservamos, respetamos y enriquecemos nuestra identidad nacional. Ahora bien, la falta de sentido histórico en la convención se advierte en particular en el afán de no reconocer el hecho religioso que ha sido constitutivo de nuestra entidad histórica y que a través de muchas prácticas a lo largo del país, ha mantenido unidos a tantos en medio de cambios políticos a veces vertiginosos. Así por ejemplo, ocurre con la Fiesta de la Virgen del Rosario de las Peñas en el norte; o la celebración de Cuasimodo en el centro de la nación; o la celebración con que los pescadores y trabajadores del mar a lo largo del país, celebran a San Pedro cada 29 de junio. Todas estas costumbres y prácticas cívicas tradicionales están sostenidas en valores que hay que mantener.
Conviene recordar además, que gracias a la tradición religiosa las familias han tenido la libertad necesaria para preferir educar a sus hijos en centros educativos coherentes con su perspectiva religiosa y antropológica.