“El eco y la relevancia del 20 de agosto siempre fue importante a nivel nacional”

La Municipalidad de Chillán Viejo está afinando los últimos detalles del nuevo natalicio de Bernardo O’Higgins en la comuna, el número 247.
Una festividad tradicional, sobre todo para la familia, que se reúne en torno al tradicional desfile que ofrecen las distintas instituciones frente al Parque Monumental, que lleva el nombre del Libertador.
Bajo esa primicia, el historiador Maro Aurelio Reyes entregó detalles de la festividad, que no siempre se desarrolló en Ñuble. Antaño, esta se conmemoraba en Santiago, pero no fue hasta la mitad del siglo XX que comenzó a tomar fuerza la idea de traerla a la región que vio nacer al prócer.
En un principio, algunos jefes de estado se restaban de viajar a Ñuble, pero, según comenta Reyes, fue el ex presidente Salvador Allende quien comenzó la tradición, ya que en todos sus años de mandato asistió al desfile. Incluso durante 1973, en medio de la crisis que atravesaba su gobierno.
De ahí en más, ningún presidente se ha restado de la conmemoración. Este 2025 será la última visita del actual mandatario Gabriel Boric a esta ceremonia, por lo que el año 2026 vendrá a la región un nuevo Presidente o Presidenta que siga con la tradición.
-¿De qué manera fue tomando relevancia la conmemoración del 20 de agosto en Chillán?
-Si bien la fecha del natalicio del Libertador siempre ha sido importante en la historia de Chile, esa relevancia se asumió de manera más concreta en tiempos bastante contemporáneos. Yo diría que a partir de la segunda mitad del siglo XX. Antes no. Los Presidentes solían hacer los homenajes en Santiago, generalmente en la tumba del Libertador, ahí en plena Alameda Bernardo O’Higgins, frente al Palacio de La Moneda. Pero ya en la segunda mitad del siglo comenzó a valorarse más este día, en parte también por la idea de descentralizar Chile. Nuestro país arrastra un lastre de centralismo desde la época colonial. Desde entonces éramos un país centralizado, con una metrópolis clara y provincias que nunca se tomaban muy en cuenta. A partir de ese tiempo, empiezan a aparecer modelos de descentralización administrativa en el mundo, y eso llega también a Chile. Así, las provincias comienzan a adquirir más relevancia. De lo que sí estoy seguro es que Salvador Allende, desde 1971, comenzó a venir todos los años. Incluso lo hizo en 1973, cuando el país ya estaba totalmente conmocionado y polarizado. Ese año vino a inaugurar el mural pétreo en el Parque O’Higgins, el 20 de agosto. Justo ese día ocurrió un hecho importante: hubo un movimiento dentro de la Fuerza Aérea. Estando Allende en Chillán, le informan que la Fuerza Aérea estaba acuartelada. Entonces vuelve de inmediato a Santiago. Incluso había un almuerzo preparado en el viejo Estadio Municipal, pero tuvo que suspenderse. Ese mismo día, Allende nombra al general Leigh como comandante de la Fuerza Aérea. Uno de los mismos que después integró la Junta Militar que lo destituyó. Así que la relevancia que tenía el 20 de agosto a nivel nacional, el eco que generaba, era muy importante. Desde entonces se comenzó a conmemorar todos los años. Y con el gobierno militar, aún más. Pinochet también vino todos los años.
-¿La presencia de los Presidentes fue permanente desde ese hito?
-Todos los años. Incluso, en una de las ocasiones, yo, con Eduardo Poblete, que era director de Obras Municipales, le entregamos al general Pinochet, ahí en Chillán Viejo, los planos para construir el mausoleo, donde están los restos de la madre y de la hermana del Libertador. Tengo entendido que eso debe haber sido como el 83 o 84, por ahí. Y después vinieron todos. Vino Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet, Piñera Y bueno, ahora Boric también. Todos los años vinieron. Y en esos tiempos los desfiles eran apoteósicos. Desfilaban todos. Desfilaba todo Chillán. No solamente Chillán Viejo, como ahora. Antes era Chillán entero. Muchas veces, desde la tribuna de Chillán, se han hecho anuncios a nivel nacional. Se hacen anuncios de acuerdo a la política contingente que tenga el país en esos instantes.
¿-Cree que debe el 20 de agosto ser un feriado regional y no tan solo intercomunal?
-Indudablemente que debería hacerlo. Pero fíjate que el grave problema de los feriados en Chile es que tenemos tantos feriados. Entonces eso incide ya no solamente en el homenaje, sino también en la producción del país y en una serie de circunstancias que han ido disminuyendo algunos períodos. Se han ido acomodando también. Uno como O’Higginista diría que ojalá que fuera feriado nacional. Pero también hay que pensar en el contexto nacional. Existe hasta cálculo de lo que cuesta un feriado. Los costos que significa, en términos monetarios, dejar de producir, en todo sentido, ya sea en bienes o servicios. Es bien complicado establecer feriados nacionales. Hoy hasta se está discutiendo para que los días de elecciones no sean feriados, precisamente para evitar eso. Hay voces que dicen que no deberían serlo, como ocurre en Estados Unidos, por ejemplo.
-¿Qué aspectos de la vida de Bernardo O’Higgins considera más relevantes para comprender su figura histórica en el Chile actual?
-Yo pienso que O’Higgins es el patriota más desprendido de todos. Porque cuando vuelve, a los 23 años, desde Europa, se hace cargo de la herencia de su padre y de todas las penurias que había vivido en su adolescencia. Se convierte en un hombre bastante acaudalado, recibiendo la Hacienda Las Canteras y todas las propiedades que tenía su padre. Sin embargo, le toca enfrentar el período de la Patria Vieja, la lucha por la independencia, y ahí pierde prácticamente todo. Imagínate: un hombre que pasa de la pobreza más grande a una riqueza considerable, heredada incluso por el lado materno, hasta el apellido había heredado, y que lo pierde todo en la guerra. Durante esas luchas, hasta la Batalla de Maipú, y luego al asumir la primera magistratura del país, se muestra también su grandeza. Porque O’Higgins fue un gobernante tremendamente moderno para la época, pero no fue comprendido. Él vivió la Revolución Industrial en Inglaterra, y acá todavía vivíamos en plena colonia. Entonces, con todas las ideas que traía, era muy difícil implementar cambios en un país extremadamente conservador, aristocrático. Y ahí está también su grandeza: en las primeras constituciones, en la organización del Estado. Es el primer organizador del Estado chileno. Él da los lineamientos que después se van a concretar más adelante. Esa es la grandeza de O’Higgins: su desprendimiento. Esto ha sido reconocido por muchos historiadores, especialmente británicos, que dicen que si hubo una persona honesta y desprendida en Chile, ese fue O’Higgins.
-¿Cómo O’Higgins enfrentó los obstáculos una vez siendo Director Supremo?
– Parte por su origen. Él era el guacho, el “guacho O’Higgins”, el “guacho Riquelme”, como se le llamó hasta comienzos del siglo XIX. Entonces, en una aristocracia demasiado excluyente, él no pertenecía a ese mundo. Esa fue su principal barrera: el clasismo. El gran clasismo que había. No lo querían mucho porque no pertenecía a esa élite, a la realeza, esa familia que se había enriquecido durante la colonia y que formó la aristocracia castellano-vasca chilena. Una verdadera castocracia. No lo consideraban uno de ellos, un par. No era uno de los pares aristócratas. Y por otro lado, también hubo errores. Por ejemplo, Rodríguez Aldea, su ministro, era un hombre bastante enigmático. Además, había muchos negocios involucrados, incluso desde parte de su hermana Rosita Ella hacía muchos negocios con el estanco. El estanco era un impuesto que venía desde la colonia, aplicado a los consumos suntuarios: licores europeos, tabaco, productos que al llegar a Chile debían pagar un alto impuesto. Ese estanco lo adjudicaba el gobierno, y su hermana participaba mucho en esos negocios. Todo eso también pesaba. Él provenía de una familia bastante poco estructurada para lo que era el pensamiento conservador y religioso de la época.
-¿Hoy aún tienen vigencia los ideales y políticas impulsadas por O’Higgins en el contexto nacional?
-No lo creo. Hoy día hay un desprestigio en la política en Chile. Un desprestigio que, por lo demás, está bien ganado. Hoy día la gente desconfía y se entrega a cualquier populismo. Por eso surgen los populismos: gente que promete cosas que sabe que no se van a cumplir, y que empieza a seducir a la gente. Y la gente se deja seducir. Hay una especie de síndrome, un síndrome de poder, de quién va a ser el gobernante del país. Yo creo que los ideales de O’Higgins están muy lejanos hoy día.
-¿Cuáles serían esos principales ideales?
-O’Higgins tenía varias ideas. Entre ellas, la separación de los poderes del Estado y los principios de la Revolución Francesa. También promovía la descentralización y el desarrollo de las regiones. Murió mirando hacia el extremo austral, sus últimas palabras fueron “Magallanes”. Quería desarrollar las regiones, descentralizar el país, tal como lo había hecho su padre, que también fue un buen descentralizador. Además, un innovador en la economía. Introdujo nuevos cultivos, lo que hoy día llamaríamos emprendimiento. Yo pienso que O’Higgins tenía muchos valores. El valor familiar, por ejemplo. Amor por la familia, amor por su madre, por su hermano. Era generoso, tremendamente generoso. Un hombre bueno y muy honesto. Era un ser al que es muy difícil encontrarle otra persona con todas esas características propias de su existencia. En su relación con los demás, era un hombre honesto, cordial, de mucho desprendimiento.
-¿Chile todavía está en deuda con la figura de Bernardo O’Higgins?
Por supuesto. Todavía sigue siendo, en cierto modo, un personaje desconocido. La mayoría de la ciudadanía chilena lo ve como el militar, el de los monumentos, pero no lo conoce como hombre, como ser humano, como persona. Creo que sigue siendo un desconocido.