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El drama de vivir en pasajes estrechos: “No poder sacar ni un féretro es lo más indigno”

C. Cáceres

Hay un Chillán Viejo y un Chillán “nuevo”, también se habla de un Chillán más acomodado y de un Chillán menos favorecido. Superar esos contrastes, que poco tienen de positivo, es parte del Plan Bicentenario cuya amplia mesas de profesionales, autoridades y líderes gremiales constituyen los últimos días martes del mes, para discutir, proponer y planificar lo que se espera del Chillán del 2030. Y que se resume en “una ciudad moderna y amigable”.

Sin embargo, y como apunta el arquitecto Claudio Martínez, jefe del departamento de Planificación del Gobierno Regional e integrante del comité del Plan Bicentenario, “no es a lo que aspiramos, si queremos tener una ciudad moderna, el tener este tipo de resabios del pasado, con situaciones habitacionales que se hicieron en otro contexto”.

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Se refiere a barrios como Los Volcanes, Lomas de Oriente, la población Shangrilá, o incluso aquellos pasajes cuyo ancho es incluso de no más de 1.50 metros y que fueron parte de una solución habitacional ideada en 1955 y entregada a los pobladores de las tomas instaladas en sectores como Rosita O’Higgins o Sarita Gajardo, en 1960.

En resumen, son decenas de miles de chillanejos que viven en casas cuyas calles no dan cabida al camión de la basura, a una ambulancia o a Bomberos. Cuyos patios tan reducidos han albergado las ampliaciones que aparecen cada vez que llega un integrante más a la familia, quedando pegados a la casa de los vecinos.

Son casas diseñadas “para gente pobre” como sostuvo Alejandro Constanzo, uno de los vecinos de un pasaje de menos de un metro y medio de ancho, “por lo tanto nunca imaginaron que tendríamos un autito. Pero ahora los tenemos y no hay un lugar en la casa para estacionarlos, entonces hay que dejarlos afuera”.

Sin áreas verdes que den descanso a las hacinadas familias, sin un lugar en el pasaje en donde se pueda plantar un árbol sin que estorbe, sin intimidad para quienes viven en esas casas, ya hay arquitectos como el concejal Rodrigo Ramírez que dice que “no es lo mismo juntar gente en un lugar que armar comunidades. Eso no es propio de una ciudad moderna, porque a esos proyectos habitacionales no se les puede llamar barrios, por la sencilla razón que no le otorgan calidad de vida a sus habitantes”.

LA DISCUSIÓN, conversó con los vecinos que viven en esos lugares, conversó con autoridades locales y con Bomberos para saber qué tan posible es arreglar esos “errores habitacionales”, qué tan peligroso es vivir ahí y qué tan importantes son sus vecinos para el Plan Bicentenario.

La respuesta en resumen es “recursos hay, lo que falta es voluntad política y una mirada más humana por parte de las empresas inmobiliarias”.

Un balón de gas con fugas

La vecina de la población Ferrocar, Guadalupe Arias, compró hace dos semanas un balón de gas de 15 kilos. Lo instaló y descubrió que venía con una rotura por donde el gas se expulsaba al exterior. “Llamé a las personas que me lo vendieron y me dijeron que ellos no se hacían responsables”. Decidió hacer un video con su teléfono, pero no para “funar” a la distribuidora, sino para mostrar qué hubiese pasado si el balón estalla. “Miren el pasaje en el que vivo”, dice, con imágenes que dan cuenta de una calle estrecha, imposible para un vehículo y menos para un carro bomba, por lo que un estallido y la consecuente inflamación de la casa de Guadalupe habría dejado en la calle –o en el cementerio- a varios allí.

Ese problema se repite en varias partes de la ciudad. Y así lo destaca el comandante de Bomberos de Chillán, Fernando Carrasco.

“Nosotros como personal de Bomberos, tenemos complicaciones para trabajar en sectores como Los Volcanes –la parte completa- y solamente trabajamos en las calles principales para poder instalar nuestros móviles y poder ingresar caminando a los pasajes correspondientes. Los problemas que ahí tenemos son que los pasajes son muy estrechos, que los vecinos dejan los autos afuera de sus casas y bloquean aún más el poco espacio que hay, y el que a veces se estacionan por ambos lados, entonces cuesta mucho más”.

Pero pasajes como los de la señora Guadalupe o los de Los Volcanes son abismales comparados con aquellos que aún existen en sectores como Sarita Gajardo o Rosita OHiggins, donde los vecinos ya han aprendido a convivir con el temor a algún accidente y acumulan decenas de episodios que dan cuenta de lo indigno que puede significar el vivir en espacios no aptos para un ser humano.

“Antes, las rejas eran de madera. Con las lluvias y el tiempo, los maderos se empezaban a pudrir, se desprendían y quedaban las cabezas de los clavos al aire. Eso ya era un riesgo, pero lo más denigrante era que muchas veces cuando había un velorio, y tenían que meter o sacar el féretro de una casa, las personas que lo cargaban tenían que pasar apretados, raspando con las rejas y esos clavos les rajaban los ternos”, repasó con una sonrisa de buena educación.

“Creo que no hay nada más indigno que eso, no tener espacio ni para velar a los seres queridos. Las carrozas nos esperan en las esquinas”, se sincera, pese a la sonrisa.

Esas casas no cuentan con cortafuego. Tiempo atrás hubo un incendio al lado de la Escuela 31 y “se quemaron cuatro casas de un solo tirón, porque se quema una y se queman todas”, advierte.

Cuando hay accidentes o algún vecino de la tercera edad se encuentra grave, la ambulancia llega hasta la plaza, no más (a unos 100 metros del pasaje), y de ahí tienen que entrar dos paramédicos a sacarlo en camilla, aunque llueva.

Por otro lado, explica que “ahora todos tenemos nuestros cacharritos y la gente los deja alrededor de la plaza y al principio hubo varios robos, después ya no tanto, pero hace poco a un vecino le robaron el suyo y lo encontraron todo quemado allá en la población Los Volcanes y eso que tenemos cámaras. Al mío le reventaron las chapas, pero no se lo pudieron llevar”.

Problema aparte lo de las alcantarillas.

“Pasan por nuestras casas y en invierno a veces nos inundamos de aguas servidas, y no es tan rápida la ayuda. Parece que ahora los van a sacar y los van a instalar para que pasen por afuera, lo que es bueno, pero ahora sí que va a ser difícil pasar por este pasaje cuando empiecen a picar el suelo”.

Voluntad Política

Consultados algunos funcionarios del Gobierno Regional y del Municipio, dicen que arreglar esos problemas no pasa por falta de recursos. Prueba de ello, incluso se evidencian en casos ocurridos en Chile.

Como en Bajos de Mena, de Puente Alto, que presentaba una población de 140 mil habitantes hacinadas en aberraciones habitacionales, y que en 2012, simplemente se decidió demoler todo y se hicieron edificios nuevos con mejores condiciones de habitabilidad, “y eso no es algo que podría ser sino que se debe hacer acá en Chillán”, sostuvo Claudio Martínez.

Para el arquitecto, esto representa incluso, una oportunidad, para que la ciudad pueda ir reemplazando viviendas totalmente inadecuadas de cerca de 70 metros cuadrados, con pasajes donde apenas pasa un auto; por edificios de mediana altura, que ofrezca espacios públicos mucho más amables y con los accesos necesarios para los vehículos de emergencia.

“Se trata de una decisión política que a la larga debe ser adoptada, porque si no dejaremos que el problema aumente y se creen bolsones de pobreza y mala calidad de vida, respecto a otros sectores de la ciudad”, añade.

Aclara que esto no es tan utópico, porque “una vez tomada la decisión, el problema se va trabajando por sectores. En Barcelona, por ejemplo, también demolieron barrios que estaban mal diseñados y a las personas se las reubicó transitoriamente, pero esto no es una cosa de muy largo plazo. Otro ejemplo, es lo que pasó con las Casas Copeva, que también fueron demolidas y se reconstruyeron en un plazo relativamente corto”.

Para Martínez, el que en casi todo el país existan estos barrios con problemas de un diseño indolente, obedece a una política nacional, que data de los años 50 y que “dejó un círculo vicioso que, o se arregla o se empeora, pero no veo para qué se piensa en Planes Bicentenario o se habla de hacer de Chillán una ciudad moderna, si sólo se piensa en crear más cosas pero no se corrige lo que está mal hecho, en especial si significan riesgos para la salud o la vida de las personas”.

La también arquitecto y concejal de Chillán, Yanina Contreras, se suma a las apreciaciones del jefe de planificación de la Gobernación, y suma que “si el tema sólo depende del financiamiento, yo creo que sí se pueden articular las cosas para lograrlo, de hecho uno de los objetivos a los que propende el Plan Bicentenario es a mejorar la calidad de vida nuestros habitantes, sobre todo de los barrios que están más afectados”.

Apunta que para hacer estos cambios, lo primero es aumentar la visión social de los proyectos, porque es donde siempre flaquean las intervenciones técnicas y urbanísticas, “entonces hay que meter más voces y otras miradas a las mesas de planificación, ya que siempre nos encontramos con trabajados cerrados del Serviu y sólo un par de autoridades”.

Es aquí, donde surge espontánea la pregunta respecto a la demora de la aprobación del Plan Regulador Comunal que, al menos, podría poner fin a proyectos similares. Pero la concejal aclara que para eso, falta resolver un punto ciego de larga data.

“Nosotros los arquitectos, lo único que queremos es que entre en vigencia el Plan Regulador, pero es no va ocurrir hasta que tengamos clarísimo cómo quedará el texto definitivo del Plan Regulador Intercomunal Chillán-Chillán Viejo (Prich), porque tenemos que aprobar sobre esa base, no podemos trabajar sobre un plan regulador comunal que después no dialogue con el intercomunal”, zanjó.

Pese a esto, el también concejal, Rodrigo Ramírez advierte que “el municipio debe tener la fuerza de voluntad y tomar la decisión para que el Plan Regulador se vuelva a reactivar. Tenemos que retomar ese debate para garantizarle a nuestros vecinos que en adelante se obligará a hacer barrios con acceso universal y de emergencia, porque las personas cuando piensan en un hogar no sólo piensan en paredes y techos, sino es seguridad, en estar resguardadas ante cualquier emergencia, no es lo mismo juntar personas que crear comunidades.

La historia es vieja, pero se repite

Quien piense que estos problemas son sólo propios de barrios viejos está en un error.

El concejal Ramírez acusa que “cuando se habla de barrios históricos de la ciudad que tienen accesos muy limitados en sus pasajes, también se habla de los malos diseños, de los riesgos ante una emergencia, pero el problema es que esto se sigue haciendo y tenemos condominios prácticamente nuevos, con los mismos problemas que se criticaban antes pero que los siguen repitiendo y un ejemplo es el condominio La Arboleda, en el Parque Lantaño”.

La concejal Yanina Contreras, añade que “esto es un ejemplo de la irresponsabilidad de las autoridades que aceptan los proyectos, y de las inmobiliarias que los diseñan. Juegan con las exigencias mínimas, más ahora que reciben un aporte económico por parte del Estado para diseñar para la inclusión social, ellos también ahí juegan con los rangos más mínimos, todavía”.

Y mucha atención, porque el que no pase el camión de la basura asoma como una nimiedad respecto a lo que advierten en Bomberos. “Las máquinas nuestras no pueden entrar por ahí, porque las personas dejan sus autos estacionados a ambos costados del pasaje, por ejemplo para el último de esos bloques, el que está casi al lado de la línea férrea, es casi imposible que Bomberos llegue, al menos no a tiempo, para amagar un incendio o para realizar los rescates de personas”, asegura el comandante Carrasco.

Dependiendo de la carga de material combustible que tengan esos departamentos, la propagación para las viviendas contiguas no pasaría de los cinco a diez minutos.

Sin embargo, el comandante acusa que “desde que yo soy parte de esta Institución, jamás han invitado a Bomberos a ser parte de las mesas de planificación de viviendas de esta ciudad.

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Felipe Ahumada

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