Cuando de estadística social y económica se trata, la Región de Ñuble palidece frente a las demás regiones del país. Solo en lo que respecta a años de escolaridad, la región es la que muestra el peor indicador a nivel país.
Mejorar la calidad de vida y devolver la dignidad a los habitantes de un territorio pasa inexorablemente por la capacidad de su gente para generar y/o aprovechar las oportunidades que se generan. Esta hipótesis se hace más relevante cuando se vive en una sociedad con un individualismo exacerbado. La voraz competencia de las comunas por recursos públicos y privados para generar y/o aprovechar dichas oportunidades, da mejores chances a los territorios donde existe un mayor y mejor capital humano. La enorme desigualdad territorial de Chile, en gran medida, se explica por dicho razonamiento.
Empero, acciones de política pública regional de corto y largo plazo pueden permitir que sea posible superar dichas dificultades. En efecto, en el corto plazo se requiere a nivel del gobierno regional promover una política pluricomunal; en el largo plazo se requiere un proceso de modernización e integración sectorial de los organismos del Estado.
La política pluricomunal considera abordar el trabajo regional desde una perspectiva de las ventajas comparativas que surgen del territorio particionado en conurbaciones y áreas metropolitanas menores. Dicha partición basa su desarrollo en la especialización y el intercambio de bienes con las demás áreas, de forma inter o intra regional. Para que dicha política sea una realidad se requiere que exista la disposición de las autoridades comunales en trabajar en forma conjunta. Además, la política de financiamiento e inversión pública migre desde la lógica de “Fondo Concursable” por la de “Fondo Propositivo” intencionado hacia el mejoramiento de la calidad de la metrópolis y la competitividad en su actividad económica.
El proceso de modernización e integración sectorial de los organismos del Estado hace posible centrar la mirada pública en el desarrollo integral y equilibrado del territorio. De esta manera, es factible generar zonas que cuentan con una estructura diferenciada de agentes económicos con ventajas comparativas. Esto es posible porque pueden responder a nuevas exigencias en forma más rápida y flexible y están en condiciones de integrar al proceso de innovación una mayor cantidad de actores. En este ámbito, los organismos públicos sectoriales pierden protagonismo para dar espacio al esfuerzo público compartido, centrado en la solución para sortear las barreras que presenta el territorio en materia de desarrollo social y económico. Por último, la atracción de inversiones deja de constituirse en un fin en sí mismo, transformándose en la consecuencia directa de las demandas locales que buscan mejorar la calidad de vida y las oportunidades para la población.
Es evidente que la Región de Ñuble es capaz de generar una enorme riqueza, pero inmersa en un ambiente de precariedad social y falta de oportunidades. Dicha realidad, puede cambiar drásticamente si se orientan los esfuerzos en una lógica de visión compartida. Con ello, se alcanza el despegue de un territorio que, junto con su independencia administrativa, mantiene vivo el sueño de mejora sustantiva en la calidad de vida de su población.