Cuando hace un año celebrábamos las fiestas navideñas, llenos de esperanzas y renovados propósitos, jamás imaginamos que en este 2020 un virus se llevaría la vida de 1,5 millones personas en el mundo y que infectaría a más de 67 millones. Es la dura realidad.
En Chile, la cifra de fallecidos asciende a 15.633, en especial adultos mayores, si bien más de medio millón de personas se ha recuperado. Y, aunque las vacunas parecen venir, el hecho es que el virus sigue activo y circulando, y no obstante los esfuerzos y las medias sanitarias, continúa causando dolor e incalculables pérdidas económicas.
Ante este panorama, este no será un diciembre normal. No puede ni debe serlo, comenzando porque hay angustia en muchos hogares. Y porque es grande la preocupación de que por causa de las fiestas de fin de año haya una mayor propagación del covid-19, sobre todo en la capital regional, que tras dos meses en la etapa 2 de Transición aún no logra estabilizar tres de los nueve indicadores de la pandemia necesarios para avanzar de fase en el Plan Paso a Paso. La seremi de Salud, Marta Bravo, explicó ayer que esos indicadores que se mantienen en rojo son la ocupación de camas críticas, el número de reproducción efectiva (Re) y los casos nuevos que vienen de contactos en seguimiento.
A nivel global, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo un oportuno llamado a “celebrar en casa, evitar reuniones con gente de fuera de ella, y si hay encuentros, preferiblemente deben ser en el exterior, con distanciamiento físico y llevando mascarillas”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS.
No se trata de proscribir las festividades de fin de año. De hecho, es muy necesario que se realicen para revitalizar el ánimo de la comunidad. Recientemente, se han conocido importantes estudios sobre las graves consecuencias del encierro y la crisis económica en la salud mental de la gente y por lo mismo, estas festividades pueden ser motivo de alivio y distracción.
Pero los temores de la OMS están bien fundamentados. Por ello, el desafío es enorme y es de todos. Tal vez aún estemos a tiempo de entender que es la hora de la solidaridad y de la cooperación, de revisar valores, prioridades y prácticas, para adaptarnos a un virus que amenaza el bienestar de todos. Comprar temprano, o hacerlo por plataformas digitales; hay que evitar aglomeraciones e inclusive aplazar las visitas a los adultos mayores y los abrazos.
No debemos olvidar que seguimos peligrosamente expuestos a una situación de la que aún no sabemos cómo vamos a salir. La vida sigue, se suele decir con un trasfondo de ánimo. Pero hay que saber cómo en cada circunstancia, y en ésta que nos toca vivir no hay otro camino que el autocuidado y la disciplina social.