Señor Director:
Para nadie es ajeno que el 18 de octubre de 2019 cambió la forma de concebir a nuestro país, poniendo en la agenda pública las tremendas brechas que han ido fragmentando a gran parte de la sociedad. Y si bien es cierto que el estallido social tuvo en su origen la reivindicación de los derechos de todos los ciudadanos; también lo es que la lucha por la igualdad de género se ha transformado en un eje central de esta manifestación.
Por décadas hemos visto cómo las mujeres alzan su voz para defender a sus pares, reclamando cambios políticos y sociales en beneficio de todos; pero, a la vez, exigiendo dignidad e igualdad, dos solicitudes que parecieran ser intrínsecas del ser humano, pero que no vemos materializadas en la práctica cotidiana.
En este contexto, las emprendedoras han sido parte activa del movimiento social, participando en cabildos y círculos territoriales, brindando su opinión y apoyo a sus compañeras. Al mismo tiempo, han tenido que redoblar esfuerzos: reinventando sus negocios, cambiando los lugares en los que acostumbraban a ofrecer sus productos o servicios, acomodando los horarios de venta, ingeniándoselas para compatibilizar los roles del hogar con los de sus emprendimientos. Esto no viene sino a reforzar su espíritu inquebrantable, amparado muchas veces en la misión de ser quienes llevan el sustento a sus hogares.
Las mujeres emprendedoras se ven enfrentadas a constantes desafíos, que las obligan a mantenerse firmes, muchas veces posponiendo sus propias necesidades. Por ello, el llamado es a abrirles espacios de desarrollo equitativos, donde el mundo público, privado y civil, puedan trabajar en conjunto para brindarles oportunidades reales de crecimiento.
Porque si bien la resiliencia es una de sus principales virtudes, como sociedad también tenemos el deber de apoyarlas para que cumplan sus metas, para avanzar junto a sus familias y comunidades.
Paola González Cerna