Señor Director:
Como se recordará, el dedo de Lagos marcó un momento estelar en la apertura democrática. Nuevamente, ahora con fino continente, volvió a la escena pública para poner a los constituyentes en su lugar.
Como se sabe, los constituyentes acordaron en primera instancia no invitar al acto final a los expresidentes, arguyendo aforo y, por debajo de cuerdas, repudio a una o más personalidades que en democracia fueron elegidas para gobernar el país. El primer argumento es ridículo y el segundo inaceptable.
El presidente Lagos envió una carta donde con la mayor altura, elegancia, gramática, rogaba a los constituyentes no invitarlo al evento. Recordó cuánto quiso aportar al debate por una nueva constitución. Como se sabe, este aporte -como otros- no mereció ningún interés en quienes, con los reflejos condicionados de ideologías cristalizadas, pensaron desde un comienzo que no venían a discutir sino a imponer.
Bien podría decirse que el dedo de Lagos los puso en su lugar: ¿Quiénes serán estos actores que ningunean a quienes la democracia chilena confió en un momento su destino? Ilustres anónimos, cuyos nombres se perderán a corto tiempo mientras los de los expresidentes quedarán para siempre en la historia de Chile.
Otra vez el dedo de Lagos hace historia. Deja el testimonio de su rango de estadista, de coraje y talento. Nuevamente el show de quienes solo serán recordados en la historia del sainete político, si alguien lo escribe.
Alejandro Witker