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El cuento de Pedro y el Lobo

Érase una vez un grupo de expertos que alternaban períodos entre altos cargos de gobierno, la academia y centros de estudios. La mayor parte de su tiempo lo utilizaban en conferencias para los medios de comunicación y/o verificando el cumplimiento de las normas del D.L. 3.500 de 1980 que establece el sistema de pensiones. Todas las mañanas, muy tempranito, hacían siempre lo mismo. Analizaban la evolución de los mercados financieros de renta fija y variable. Sugerían ajustes y proyectaban las rentabilidades futuras de los fondos de pensiones. Y así pasaban la mayor parte de su tiempo.

La rutina diaria era la de participar del diseño y/o discusión eterna para perfeccionar el D.L. 3.500. Un día, mientras se seguía discutiendo la necesidad imperiosa de resolver el problema de las bajas pensiones, llegó la pandemia. Los habitantes encerrados en sus hogares, sin ingresos para sostener su nivel de calidad de vida, exigieron poder retirar del 10% de sus fondos previsionales que acumulaban a la fecha. Mientras el retiro sumaba un mayor número de adherentes, el grupo de expertos se volcó a los medios de comunicación para advertir a la gente la inconveniencia de dicha medida. “Solo ante la firma de ese proyecto de ley, lo que va a pasar es una caída importante en el mercado accionario; y con eso, antes de que se pueda retirar el 10%, el fondo perderá significativamente su valor. Por lo tanto, el 10% va a terminar siendo menor a lo esperado”, señalaban a viva voz.

Una vez aprobado el retiro, la gente del pueblo – más por necesidad que por convicción – sacó su dinero y muy asustada decidió refugiar lo que quedaba de sus ahorros en el fondo más conservador. Pero cuando se disipó el impacto del primer retiro, descubrieron que el mercado de capitales había respondido muy distinto a lo anticipado por el grupo de sabios. No solo el mercado accionario había aumentado su valor – anulando el efecto del retiro para quienes acumulaban un mayor fondo de pensiones – sino que había inducido erróneamente a los cotizantes a optar por cambiarse a un fondo más conservador.

Los anuncios del segundo y tercer retiro fue la solución natural a las barreras que ejercía la restricción sanitaria para generar ingresos. Los expertos volvieron a levantar su voz. Esta vez advirtiendo “efectos negativos en la capacidad de recuperación de la economía y el vaciado de las cuentas de millones de cotizantes”. Pero nuevamente se equivocaron en los efectos y en el enfoque. La economía registró cifras record de crecimiento y los montos acumulados que tenían quienes vaciaron su fondo de pensiones eran insuficientes para asegurar una pensión digna.

Transcurridos casi dos años de la pandemia nuevamente se ha instalado la discusión de un nuevo retiro. El cuarto. Los expertos han redoblado sus esfuerzos para advertir de un “cuadro desastroso para la economía, con un impacto directo en el aumento del costo de la vida”. Pero hoy día sus advertencias son en vano. Al igual como ocurrió con el cuento de Pedro y el Lobo, la población y los legisladores, habiendo aprendido de las incumplidas advertencias de los expertos, han hecho oídos sordos. Mientras la iniciativa avanza, se acrecienta la posibilidad de un daño mayor a la economía. El daño que no solo es posible. La pérdida de credibilidad de los expertos lo puede haber transformado en inevitable.

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