Chile enfrenta uno de los mayores desafíos de Latinoamérica, en relación a sus adultos mayores. Con bajas tasas de natalidad y mortalidad, cada año este grupo es más importante y sus gastos en salud también van en crecimiento. Según cifras entregadas por la Superintendencia de Salud, en la actualidad el gasto estimado en salud de adultos mayores alcanza a 2,1% del Producto Interno Bruto (PIB), o sea unos 2 billones de pesos al año.
Sin embargo, este costo aumentará progresivamente en los próximos años, a medida que aumente la proporción de adultos mayores. Las proyecciones de población indican que para el 2035 se habrá duplicado el número de ancianos en Chile, y el gasto en salud superará el 5% del PIB.
Sin duda, se trata de una situación preocupante: aumenta la población adulta mayor y con ellos los costos de asegurarles una atención de salud.
No cabe duda que con el incremento de la esperanza de vida a los niveles esperados, la demanda por atención de salud cambiará de manera importante. En primer lugar, existirá una necesidad de contar con especialistas en enfermedades propias de los adultos mayores, habrá más requerimientos de hospitalización y tratamientos médicos más costosos y complejos.
En la actualidad, no pareciera existir una política pública encaminada a prepararse para este aumento importante de la demanda. Basta ver los problemas que existen por estos días en hospitales públicos y privados, que se agudizan en ciudades intermedias, como la nuestra.
Por otra parte, es fundamental trabajar con las personas en edad media, que serán los adultos mayores de la mitad del siglo 21. ¿Cómo se están preparando hoy para tener una buena calidad de vida en el futuro? ¿Qué grado de conciencia existe en estos adultos jóvenes respecto de la necesidad de preocuparse de su salud y vida sana para evitar tener una vejez complicada?
En rigor, vemos que no se toman las medidas que permitirían enfrentar este desafío en los próximos años, como es la formación de personal médico y de enfermería especializado en gerontología. No hay suficientes becas de especialización y tampoco se han puestos los incentivos adecuados para que los profesionales jóvenes se interesen en esta área de la salud.
Los desafíos son enormes, y no solo tienen que ver con más profesionales, sino también con otros aspectos de la salud. Se requerirá de una nueva infraestructura para enfrentar esta creciente demanda de atención, de camas preferenciales para los adultos mayores en hospitales y clínicas.
Pero además, para que estos costos no sigan aumentando sideralmente, lo que se requiere ahora es poner énfasis en la prevención de patologías crónicas, como la hipertensión arterial, asma y diabetes melitus, que permitan a los adultos mayores tener una mejor calidad de vida. También invertir en lugares de esparcimiento para que la gente pueda desarrollar alguna actividad física, educar para una vida saludable y reducir los altísimos niveles de obesidad.