La pandemia del nuevo coronavirus, que obligó a cerrar los centros de estudio, amenaza la alimentación de muchos niños de Sudáfrica, para quienes la escuela es el único lugar donde pueden acceder a una comida completa.
“Algunos niños solo se alimentan de las comidas que reciben en la escuela”, dice Thabang Letsoso, el director de la escuela de secundaria Sitoromo, en la pequeña ciudad rural de Sterkspruit (sud), en la provincia de Cabo Oriental.
Para desayunar, los alumnos retiran rápidamente sus libretas de la mesa y dejan sitio a los bols de porridge calientes que comen a grandes cucharadas.
La pandemia de coronavirus cerró durante dos meses las escuelas de toda Sudáfrica y dejó a 12 millones de alumnos sin clase, lejos de sus amigos y, en el caso de los más pobres, sin su única comida caliente del día.
En todo el país los alumnos de 12 y 17 años pudieron volver a clase en junio.
Pero el avance de la enfermedad –el país superó los 200.000 casos y 3.000 muertos– obligo a las autoridades a retrasar la vuelta de los demás alumnos en las regiones más afectadas.
Es el caso del Cabo Oriental, donde la próxima etapa de vuelta a la escuela esta prevista el 20 de julio. En el caso de la escuela Sitoromo de Sterkspruit, eso significa que 368 alumnos se quedaron sin escuela durante cuatro meses.
“Desde el mes de marzo están en su casa, donde no pasa nada”, lamenta el director Letsoso, “y sé que a veces algunos se van a dormir con el estómago vacío”.
Antes de la pandemia, unos nueve millones de alumnos de escuelas públicas sudafricanas se beneficiaban de una comida gratis al día, subvencionada por el gobierno.
Pero el cofinamiento lo interrumpió sin programa de sustitución.
Según un sondeo reciente de la oenegé Equal Education, más de un tercio de los alumnos tuvieron dificultades para alimentarse tras el cierre de las escuelas.
Por eso Nondabezitha Sikunya estuvo muy contenta de ver a su nieta de 12 años volviendo a la escuela Sitoromo.
“Educación y comida”
“Al menos, cuando vuelve a la escuela no tiene hambre”, dice esta abuela de 55 años, cuyo salario de trabajadora comunitaria no basta para alimentar a toda la familia.
La ministra de Educación, Angie Motshekga, amenazada de denuncia por la asociación Equal Education, anunció programas para “alimentar a los alumnos que no pudieron volver a la escuela”.
El impacto del confinamiento sobre la seguridad alimentaria es tal que muchos expertos creen que es más importante que el riesgo de contraer el covid-19.
“La escuela es un mejor marco para los padres que tienen que volver a trabajar y se preocupan de lo que pasará con sus hijos”, dice Mignon McCulloch, la presidenta de la Asociación Sudafricana de Pediatría, recordando los efectos limitados del coronavirus en los más jóvenes
“Si hay escuelas donde los niños llevan máscaras, se lavan las manos (…) y mantienen la distancia, pueden beneficiarse de un poco de educación y comida”, añade.
Pero para eso hay que poder abrir las escuelas con seguridad, lo que no ocurre en esta provincia.
Desde que empezó la pandemia un total de 270 alumnos y 271 profesores o administrativos dieron positivo por covid-19 en unas 150 escuelas del Cabo Oriental, según estadísticas publicadas la semana pasada por las autoridades.
La escuela Sitoromo también se vio afectada. Fue cerrada hace dos semanas tras un caso positivo entre el personal y solo pudo volver a abrir el lunes.
Y en condiciones complicadas además por un incendio criminal que el año pasado destruyó parte de la escuela y obligó al director a poner a 400 alumnos en tan solo siete clases.