El capital que más importa
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Vivimos en la era de lo desechable, de la hiperconectividad, de los desapegos y los constantes cambios. Esto se constata también en la vida laboral y en el mundo de los negocios. Hacer carrera en una sola empresa donde se ingresaba después de egresar de una universidad o instituto profesional e incluso, sin estudios superiores y donde la experiencia era el principal factor de ascenso, es algo que hoy ha quedado atrás. El promedio de permanencia en una empresa es de 1,6 años, lo que significa que un trabajador está mirando otras oportunidades mientras permanece en un determinado puesto, pero como este ejercicio lo hacen muchos, la competencia que se produce en el mercado laboral es mayor, llevando a los profesionales a buscar nuevas y variadas estrategias para seguir vigentes.
Los estudios de posgrado, diplomados, magíster, y doctorados, así como cursos de diferente índole, forman parte de las herramientas de competencia que se requieren para permanecer, ascender o cambiarse dentro del mundo del trabajo, así como para optar a mejoras en las remuneraciones. Existen múltiples ofertas de formación continua, y con diferentes modalidades: presenciales, virtuales, con semestres en el extranjero, en horarios rígidos o flexibles, con mayores o menores exigencias, con focos en la investigación, en el emprendimiento, el desarrollo profesional, etcétera.
Toda esta gama de oportunidades de mejora y actualización de conocimientos, sin embargo, no siempre va asociada a una real mejora de la productividad y del desarrollo y crecimiento del territorio donde se producen. Existe una brecha que hay que analizar entre las ofertas de perfeccionamiento y las reales necesidades del mercado laboral local, lo que en no pocas ocasiones implica que se desaprovechan estos estudios o no se reciba a cambio la compensación económica esperada.
Por una parte, nuestro mercado del trabajo no responde a las expectativas de los profesionales más capacitados, tanto económica como laboralmente. Por otra, la realidad económica y empresarial de Ñuble, centrada principalmente en la explotación de recursos naturales, no presenta grandes oportunidades de expansión si no se innova y crea valor. Estas nuevas exigencias deben ser captadas por las entidades de educación, para generar una mayor vinculación entre la oferta de posgrados y la demanda de capital humano calificado y así establecer una sinergia productiva que motive a los trabajadores a perfeccionarse en aquello que efectivamente se requiere. Es urgente poder involucrar al sector privado en este tema. Revelador es que en Chile sólo un 11% de los doctorados trabaje en ese sector, mientras que en el mundo desarrollado son la mayoría.
Las necesidades de un capital humano más preparado en una zona que depende mucho de nuevas ideas y valor agregado en sus productos para poder crecer, es sin duda una realidad que está siendo estudiada por las diferentes casas de estudios superiores, donde se observa una creciente y variada oferta de posgrados. Ello, sin embargo, no se ha visto reflejado hasta el momento en un impacto significativo para el desarrollo local y la fuga de mano de obra calificada es un tema preocupante que aún no se resuelve adecuadamente. Por eso, si Ñuble quiere algún día ser un actor de la sociedad del conocimiento, debe acelerar el paso. El desafío está esperando