Señor Drector:
Siete regiones del país han tenido alertas por temperaturas extremas en las últimas semanas: aumenta el riesgo de incendios, de golpes de calor en las personas, nuevo problema de salud pública, además de que los espacios públicos -y privados- se tornan prácticamente inhabitables.
La ola de calor en la zona centro-sur, sin duda, es otra de las caras del cambio climático lo que nos convoca a preguntar: ¿qué adecuaciones debemos implementar en las ciudades para enfrentar estos fenómenos estacionales?
Considerando un acuerdo por la descarbonización global, resulta vital que los paisajes urbanos cuenten con vegetación (de bajo consumo hídrico) y de sombra bien distribuidos como parte de la infraestructura vital que se debe llevar adelante. También es interesante plantear nuevos puntos de hidratación y centros de enfriamiento para los vecinos durante los meses de verano en los sectores deficitarios.
Sumado a la necesaria recuperación de aguas grises, nuestro país -afectado por una sequía de 14 años- tiene la oportunidad de explorar nuevos tipos de suministro de agua derivados de la desalinización, lo que podría ayudar a tener agua disponible para riego de áreas verdes y creación de sombras, o como buffers para evitar los incendios en la interfase urbano-forestal.
En algunos barrios de ciudades como Madrid la disposición de plantas de hoja perenne y pérgolas se han convertido en refugios climáticos que ayudan a que el frescor llegue al interior de las viviendas, mientras un entorno arbolado puede bajar la temperatura en varios grados.
Algunas urbes se han propuesto recambiar sus pavimentos a otros más claros para evitar el sobrecalentamiento, al tiempo que se han implementado revestimiento en techos, ventanas y paredes que disminuyen las temperaturas en los edificios.
La adaptación es la clave, tomando nuevo valor el diseño bioclimático, la orientación de las fachadas, el reciclaje de aguas, junto al ahorro y uso de energías renovables.
Alberto Texido Z.
Académico de Arquitectura U. de Chile