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Efectos del calentamiento global

La abundancia de gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera volvió a alcanzar un nuevo récord. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, afirmó que el planeta ha entrado en una etapa de “ebullición climática”. El 2023, el calentamiento generado por las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), combinado con el ciclo natural de “El Niño”, dio como resultado el año más cálido de la historia. En el hemisferio Norte, junio fue el mes de mayor temperatura desde que hay registro y algunos estiman que el planeta no ha experimentado este nivel de calor desde hace más de 125.000 años, al punto que el objetivo de evitar los 1.5 grados de calentamiento establecido en París y Glasgow se ve muy lejano. Los científicos han advertido que rebasar ese umbral (1,5 grados Celsius) aumenta enormemente el riesgo de que se desaten desastres como escasez de agua, olas de calor letales y mega incendios forestales.

En Chile tuvimos de todo aquello a principios de este año y el verano que se aproxima no pinta mejor. Los análisis proyectivos establecen temperaturas máximas en la zona central y ubican a Ñuble con un peak de 42 grados, con los subsecuentes riesgos para la población y el ecosistema.

Nuestro país se comprometió a reducir entre 30% a 45% la intensidad de emisiones de CO2 al 2030, lo que demanda fortalecer la institucionalidad en torno al cambio climático de la cual hoy carece el Estado chileno.

Evidentemente, se trata de un objetivo muy difícil de alcanzar, pero al menos en el texto final aprobado por el Consejo Constitucional no se impuso el negacionismo inicial de varios de sus integrantes y se reconoce la obligación del Estado de reconocer el cambio climático e implementar medidas de mitigación y adaptación ante sus efectos.

En todo caso, más allá de los alcances de esa declaración y eventuales contradicciones con otras normas del mismo cuerpo constitucional, lo concreto es que Chile tendrá que adoptar medidas de mitigación verificables, pues si ello no ocurre comenzaremos a sufrir consecuencias restrictivas en el comercio exterior como castigo a la huella de carbono de nuestra producción y su traslado a los diferentes mercados.

En el caso de Ñuble la principal contribución tiene que ir de la mano de una agricultura y ganadería más sustentables que incluyan una reducción de las emisiones directas que provienen del dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O) y metano (CH4), y también las indirectas, como la energía gastada en la fabricación de fertilizantes, en la producción y utilización de maquinaria agrícola y en el transporte de insumos y cosechas.

Si la Región logra proyectarse hacia un porvenir de bajas emisiones y a una industria agroalimentaria que acredite su sustentabilidad, tendrá abiertas las puertas de los mercados de todo el mundo y al mismo tiempo aportará a conservar la salud del planeta.

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