Desde muy pequeños somos educados para hacer las tareas, tener buenas notas y encontrar un trabajo, pero no para ser emprendedores. La educación tradicional entrena para aceptar las verdades sin cuestionarlas, exige adaptarse a un determinado ritmo de responsabilidad, a técnicas antiguas de enseñanza, sin distingo de intereses ni capacidades, con jornadas extenuantes e inmersos en un ambiente ciento por ciento competitivo y muy poco colaborativo.
¿Cuántas veces habrá pensado un emprendedor en la posibilidad de comenzar con un negocio mientras estaba en el colegio? Para muchos, probablemente, la respuesta sea “nunca”, ya que se encontraban muy ocupados enfocándose solo en absorber conocimientos, tener buenas notas, para luego entrar a la universidad y obtener un empleo bien remunerado.
Nuestro país necesita una educación que incentive la creación e innovación. Se nos enseña a obedecer, ser estructurados como todo el resto, ser buenos estudiantes y tener una buena profesión que nos genere ingresos. Está bien preguntar sobre las materias, pero no sobre otras cosas. Es un pecado disentir con el profesor. El sistema educativo actual no prepara para realmente pensar. Tampoco para crear cosas nuevas, despojarse de la comodidad y hacer realidad ideas innovadoras.
El Estado, el sistema educacional y todos los que conforman el mundo emprendedor deberían entender que entrenar para desafiar el statu quo, pensar libremente e innovar, no solo traería beneficios económicos al país por tener jóvenes capacitados para generar ideas, sino también contribuiría a la inclusión y al desarrollo individual respecto a confianza, autoestima y responsabilidad, claves para empezar a atreverse y sacarle así el freno de mano a la formación en emprendimiento.
En la última década se ha avanzado en el debate y desarrollo de reformas educacionales importantes. Pero la formación emprendedora ha estado ausente de esta discusión, en momentos en que cualidades que reúnen las personas emprendedoras son precisamente las que sacan adelante económicamente a los países.
Investigar, innovar y desarrollar, son tres tareas fundamentales para poder aumentar la riqueza, tanto económica como del capital humano de la Región de Ñuble y aunque a estas alturas pueda sonar a cliché, es el gran desafío que se debe enfrentar para dar un salto efectivo en su economía poco diversificada y generar mayor riqueza y bienestar para la población local.
Contrariamente a lo que algunos podrían pensar, no se requieren 50 años para avanzar sustancialmente en este tema. En la medida que exista voluntad, recursos y personas dispuestas a correr riesgos y a atreverse, esto es posible siempre que existan las instancias para que esos proyectos puedan desarrollarse. Y por eso es tan importante recalcar la necesidad de educar desde la infancia en habilidades y valores como la responsabilidad, perseverancia, creatividad y paciencia, aptitudes que son fundamentales a la hora de emprender e investigar.