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Es innegable que la pandemia del covid-19 tuvo un impacto tremendo en los escolares, ampliando las brechas de aprendizaje entre los más vulnerables y los pertenecientes a quintiles de más ingresos. El desigual acceso a las tecnologías de información y a la conectividad digital contribuyó enormemente a incrementar esa brecha, pues mientras muchos alumnos se conectaban a las clases online, otros tantos quedaban rezagados, principalmente en zonas rurales.
Con la deserción en niveles altísimos, una tarea prioritaria los últimos dos años ha sido precisamente ir por esos niños y adolescentes para devolverlos al sistema; y paralelamente, hacer los esfuerzos para reducir el rezago en los aprendizajes que ha quedado demostrado en sucesivas mediciones.
Es un escenario complejo, que no debe abordarse con una mirada a corto plazo ni con sesgos ideológicos. En ese sentido, frente a recursos económicos y humanos limitados, es de toda lógica que los esfuerzos se deben concentrar en lo urgente, sin embargo, ello no necesariamente significa desatender los desafíos importantes, como la alfabetización digital.
La alfabetización digital es la capacidad de una persona para realizar diferentes tareas en un ambiente digital. Esta definición genérica engloba muchos matices ya que incluiría la habilidad para localizar, investigar y analizar información usando la tecnología, así como ser capaces de elaborar contenidos y diseñar propuestas a través de medios digitales. La alfabetización digital debe entenderse no sólo como un medio sino también como una nueva forma de comunicación y de creación y comprensión de la información.
Estancado en sus discusiones políticas, preso de la incertidumbre, sin una estrategia de desarrollo de largo plazo y con trabajadores que han bajado su productividad en los últimos años, Chile necesita enfrentar el futuro con un capital humano preparado para ser parte de una revolución digital que ya está en marcha, y Ñuble no es la excepción.
Enfocarse en el desarrollo de las habilidades que se requieren para vivir en una sociedad más tecnologizada debe ser un imperativo en todos los establecimientos educacionales, urbanos y rurales, públicos y particulares, porque el manejo de aquellas habilidades marcará la misma diferencia que en siglo 20 representó saber leer y escribir.
En Ñuble, con la segunda tasa de pobreza más alta del país, con la mayor tasa de ruralidad y con los más bajos niveles de penetración de internet -con la excepción de Chillán-, el desafío parece ser titánico, considerando, además, otras variables culturales y demográficas.
Es fundamental, entonces, que las autoridades den señales de que pueden “caminar y mascar chicle”, abordando lo urgente y lo importante, definiendo metas y plazos a partir de diagnósticos compartidos, donde la voz de los expertos, de los profesores y de las comunidades escolares sea escuchada, para implementar soluciones que respondan a las realidades locales.