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¡Échale nomás campeón!

Señor Director:

En tiempos pasados, tal vez tan solo ayer, en mi querido barrio Villa Alegre se zanjaban las discusiones en medio de la calle; allí hacían pata ancha los guapos que paletó en el suelo y camisa desabrochada cortaban el alegato de la única manera posible en aquel tiempo. Los parroquianos dejaban los vasos de chicha sobre las pipas y salían en tropel a avivar la cueca.

Hubo un peleador tan mediocre como porfiado, el mismo tocaba el gong que daba inicio a la contienda con un consabido “¡échale nomás campeón!”, el resultado siempre era mismo terminaba sangrando por boca y narices tirado en la cuneta, sin honor y sin gloria. No se dejaba levantar, lo hacía a su manera y como podía para luego sacudir su pantalón, medio meterse la camisa bajo el cinturón y con la chaqueta al hombro marcharse mascullando silencios.

Temprano al día siguiente pasaba a “hacer la mañana”, el buen harinado le daba fuerza para ir a presentarse a la puerta de su adversario de la tarde anterior a retar la revancha; el conminado apenas reponiéndose de la resaca se negaba a cualquiera contienda, negativa inútil, la porfía era más y había que repetir el espectáculo con los mismos resultados “ voy a tener que fletarte diez veces para que te cabrees” rezongaba el ganador, recibiendo como respuesta la monserga de siempre “échale nomás campeón”.

Algunos candidatos presidenciales “imaginarios” como diría Parra, algo que se ha hecho tan triste y deprimente, me recuerdan al viejo peleador callejero y porfiado; cero posibilidad, la dignidad por el suelo, derrotados, de espaldas en la cuneta; claro, los tiempos han cambiado y ya no es una cuestión de honor, “échale nomás campeón”, no hay herida que no pueda curar unas cuantas monedas de plata.

Miguel Gaete de la Fuente

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