Cómo hacer ciudades saludables, sustentables y seguras para sus habitantes, es el gran desafío de alcaldes, arquitectos y constructores, entre otros actores que tienen roles relevantes en la toma de decisiones y en las acciones que se ejecutan en la trama urbana.
Con el barrio como unidad básica de planificación, Chillán ha dado buenos ejemplos de lo que los especialistas llaman urbanismo táctico y movilidad activa, que facilitan los desplazamientos de las personas y el funcionamiento de la ciudad en medio de la crisis sanitaria.
Sin embargo, muchas son aún las exigencias y demandas de una actualidad cargada de dificultades por la pandemia del Covid-19.
La salud es lo primero, dice el viejo refrán que aquí también aplica. Es obvio que el sistema público de salud requiere más capacidades en términos de infraestructura y especialidades, y esa respuesta viene con el nuevo hospital regional, una obra que afortunadamente ya está en marcha y tiene su financiamiento garantizado.
El segundo pilar es la educación. La ciudad desempeña un papel esencial para garantizar que todos los alumnos sigan beneficiándose de un pleno acceso, aun a distancia, a la educación. Por eso también debería mejorar su capacidad de conexión y así mejorar no solo educativa sino productivamente a través del teletrabajo.
Un tercer factor clave para una ciudad resiliente de esta pandemia proviene del urbanismo, pues Chillán debería pensarse de forma distinta, menos densa, para prevenir la propagación de riesgos sanitarios. La ciudad post pandemia no puede concebirse en función de las ganancias inmobiliarias, sino en el bienestar de las personas. En ella, por ejemplo, no hay lugar para guetos, ni los verticales proyectados en el cuadrante céntrico, ni los horizontales que se extienden por buena parte del sector oriente.
Por último, como nunca antes se necesita diseñar una movilidad que genere confianza en la gente y beneficios a la ciudad. Para decirlo sin preámbulos: estamos en un momento excepcional para arriesgar y dar un salto importante en esta materia.
Antes del inicio de la segunda década del presente siglo, Chillán mostraba un panorama despejado, con un manejo ortodoxo de sus finanzas y un futuro que permitía ser optimista. El covid-19, sin embargo, desbarató los pronósticos, evidenció falencias que se venían acumulando y puso a la ciudad frente a un desafío como nunca lo había tenido. Para este año se prevé una fuerte caída de la economía, un desempleo que ya suma cerca de 40 mil personas, ingresos mermados por la paralización de las concesiones de Las Termas y de los estacionamientos de la ciudad, niveles de pobreza que aumentarán y un aparato productivo que tardará en recuperarse. No hay que olvidar que la capital regional es una ciudad de comercio y servicios (90 % pequeñas empresas) y que estos son, justamente, los sectores más golpeados.
Retos urbanísticos son tan esenciales como poner en marcha a la economía. Ambos son clave para una ciudad que aspira a recuperarse de este nuevo momento crítico de su historia.