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Disminuye consumo de tabaco, marihuana y alcohol en escolares

Un nuevo estudio del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) reveló la evolución del consumo de determinadas sustancias por parte de la población escolar en los últimos años a nivel nacional.

De acuerdo a los resultados en la región de Ñuble, las cifras se mantienen estables con bajas en tabaco, alcohol y marihuana, aunque cocaína total y tranquilizantes sin receta médica, no presentan variaciones significativas.

La muestra abarcó a un total de 2.048 alumnos, que representan a 22.468 estudiantes de octavo básico a cuarto medio de colegios públicos, particulares subvencionados y particulares pagados de la región.

De ese total, participaron 1.059 hombres y 984 mujeres. A nivel de cursos, 894 corresponden a octavo básico y primero medio, y 1.154 a segundo medio y cuarto medio.

En esta versión del estudio, las encuestas se realizaron en las comunas de Chillán, Bulnes, Chillán Viejo, San Carlos y Coihueco, siendo considerados estos resultados, por Senda, representativos de la región y no exclusivamente de las localidades mencionadas.

En detalle, el caso del consumo de tabaco entre los escolares de Ñuble, pasó de 2,7% en 2019, a 2,0% en 2021 y 1,0% en 2023.

Desde la perspectiva del organismo, la tendencia se ha mantenido estable, aunque anota una variación a la baja. Entre los estudiantes, existe una alta percepción de riesgo de consumir tabaco de manera diaria (81,3%).

La ingesta de alcohol reveló los siguientes resultados que muestran una trayectoria en descenso: 25,8% (2019), 24,2% (2021) y 23,8% (2023).

La percepción de riesgo del uso de esta bebida a diario no cambia drásticamente (52,3% en 2021 a 54,2% en 2023) y el porcentaje de estudiantes que afirman que les sería fácil conseguir alcohol, se mantiene estable de 30,7% en 2021 a 30,6% en 2023.

Respecto a la marihuana, anotó un 21,1% en 2019, luego un 17,1% en 2021 y un 12,5% en 2023.

Desde la mirada del Senda se evidencia una estabilización en el consumo, aunque con una trayectoria que desciende.

El consumo de la cocaína registró una tendencia similar en los últimos periodos, 2,7% en 2019, un 3,0% en 2021 y 2,7% en 2023. Estos números vienen acompañados con una mantención en el porcentaje de estudiantes que declaran haber recibido ofrecimientos de esta droga durante el último año (de 7,7% en 2021 a 9,3% en 2023) y de una estabilización en pasta base para este indicador (5,6% en 2021 a 3,7% en 2023). Además, se ha mantenido constante la percepción de riesgo de uso frecuente de cocaína (de 58,6% en 2021 a 63,0% en 2023).

Finalmente, la utilización de tranquilizantes sin receta médica no presenta diferencias relevantes en los años, pasó de 8,9% en 2021 a 8,0% en 2023.

“Las cifras en Ñuble nos muestran que no hubo un rebote en el uso de sustancias, considerando que los datos de 2021 estuvieron influenciados por las restricciones de pandemia. Asimismo, los niveles de consumo en 2023 se mantienen similares a los previos a la pandemia, e incluso inferiores para algunas sustancias. Muestra de lo anterior, es el descenso sostenido en el uso de tabaco y alcohol, con cifras históricamente bajas. Otro aspecto a considerar es la mayor percepción de riesgo del consumo frecuente de marihuana, factor protector ante un eventual incremento en el consumo”, explicó la directora regional de Senda, Luisa Contreras.

Para el servicio, el consumo perjudicial de alcohol y otras drogas es un problema sociosanitario que puede ser causado por una serie de factores biológicos, psicológicos y sociales. En respuesta, han articulado estrategias destinadas a frenar la ingesta de estas sustancias perjudiciales para el desarrollo de los menores.

“Principalmente, el fortalecimiento del Sistema Integral de Prevención, mediante la expansión del trabajo barrial de Senda, estamos fortaleciendo la presencia en los territorios, motivando el trabajo con comunidades para abordar la prevención desde una mirada más cercana y efectiva, con énfasis en la corresponsabilidad como eje transversal, vale decir, que la prevención no es sólo tarea de este servicio, estamos impulsando una mayor participación de actores públicos y privados para que la prevención sea un esfuerzo compartido, donde cada sector asuma su rol en la construcción de entornos protectores y saludables para niños, niñas y adolescentes, por intermedio de actividades deportivas, culturales, recreacionales, familiares, entre otras”, detalló la profesional.

La meta de Senda este año es la ejecución del plan regional elaborado con diversas instituciones para entregar respuestas integrales al consumo problemático de drogas y alcohol. “Asimismo, los municipios diseñarán estrategias específicas que respondan a las necesidades de cada territorio, levantado un diagnóstico y construyendo un plan de gestión comunal, y la información recopilada con este estudio y también los próximos resultados de la Encuesta Juventud y Bienestar, nos ayudará a entender mejor qué están viviendo las y los estudiantes, para conocer qué identifican como factor protector y de riesgo en distintas dimensiones, por tanto, los municipios contarán con estos antecedentes para considerarlos en el diseño de las estrategias específicas que respondan a las necesidades de cada territorio”, dijo.

Actividades gratificantes

El consumo de sustancias psicotrópicas en adolescentes y jóvenes sigue siendo una preocupación para especialistas en salud y educación. Félix Cova Solar, director del Departamento de Psicología de la Universidad de Concepción, señaló que este fenómeno está fuertemente influenciado por pautas culturales y responde a la búsqueda de autonomía y nuevas experiencias propias de estas etapas vitales.

“Es una forma de lidiar con malestares emocionales. En ese contexto, es valioso observar cambios positivos que ya parecen consolidarse, como la disminución del consumo de tabaco y, en menor grado, del consumo de alcohol. Esas son muy buenas noticias, aunque hay que tener cautela al celebrarlas pues, en parte, se relacionan con el mayor retraimiento en los hogares de los adolescentes y la menor interacción entre pares en estos tiempos de creciente aislamiento debido a la tecnología, y con el reemplazo de estas sustancias (tabaco y alcohol) por otras (marihuana o medicamentos psicotrópicos)”, explicó.

En cuanto a la efectividad de los programas de prevención, el académico reconoció que han tenido efectos limitados. Sin embargo, advirtió que persisten ideas erróneas, como la creencia de que la marihuana es inofensiva o que los fármacos psicotrópicos carecen de riesgos.

“Pueden ayudar a modificar la percepción de riesgo en relación a ciertas sustancias. Lamentablemente, se ha generalizado la idea que la marihuana es una droga inocua a la cual, incluso, se le atribuyeron exagerados beneficios. También hay desconocimiento de los riesgos de los fármacos psicotrópicos. En relación a este aspecto, los programas pueden ayudar, no demonizando a estas sustancias, pero sí generando conciencia de los riesgos reales que implica su consumo. De hecho, el estudio muestra algunos cambios leves favorables en el incremento de las percepciones de riesgo, y en ello los programas que se aplican deben estar teniendo algún rol”, comentó.

Cova enfatizó que los esfuerzos para reducir el consumo inadecuado deben ir más allá de campañas informativas y considerar un enfoque sistémico. El desafío, recalcó, no es solo reducir el acceso a estas sustancias, sino también generar entornos que promuevan un desarrollo positivo en la juventud, alejándolos de la necesidad de recurrir a psicotrópicos para enfrentar sus realidades emocionales y sociales.

“Los cambios mayores en los niveles de consumo inadecuado requieren esfuerzos sistémicos, incluso mayores a los realizados socialmente, de forma exitosa, para disminuir el consumo de tabaco. Estos esfuerzos deben considerar no solo el intento de disminuir los consumos, particularmente los más negativos, sino favorecer un contexto de desarrollo positivo, que implique a los adolescentes en actividades gratificantes y con sentido de pertenencia. Nada tendrá demasiado impacto si no cambian pautas culturales más amplias que propician los consumos de psicotrópicos legales e ilegales”, sostuvo.

De acuerdo al análisis del académico, Rodrigo Ganter, director del Magíster en Investigación Social y Desarrollo del Departamento de Sociología de la Universidad de Concepción, diversos estudios han demostrado que la exposición a pares que consumen estas sustancias aumenta significativamente la probabilidad de iniciación temprana en los adolescentes por la necesidad de reconocimiento social, pertenencia grupal y la búsqueda de experiencias compartidas entre pares. Sin embargo, el docente destacó que el factor más influyente en esta tendencia es la extendida percepción en la sociedad chilena del bajo riesgo asociado al consumo de ciertas sustancias, junto con la facilidad de acceso tanto a drogas legales como ilegales.

“Dado lo anterior, la mayor prevalencia de consumo de alcohol, tabaco y marihuana son los segmentos medios altos y altos de zonas urbanas, preferentemente hombres. Incrementándose levemente en las mediciones del 2018 y 2022. Además, la pandemia trajo consigo un aumento en los problemas de salud mental de adolescentes y jóvenes, lo que ha generado un mayor consumo de sustancias como mecanismo de afrontamiento o gestión de la ansiedad y cuadros depresivos”, añadió el sociólogo.

Ganter señaló que es importante que los programas preventivos se adapten a la realidad local, de lo contrario, no tendrán el impacto esperado en la población a tratar. “En Chile se han reforzado programas de prevención del consumo de drogas ilícitas y alcohol en colegios y liceos, como los impulsados por Senda o estrategias como “Elige Vivir Sin Drogas”, sin embargo, su efectividad ha sido variable. Uno de los principales problemas es que estos programas suelen ser genéricos y no siempre logran tener pertinencia territorial, comunitaria y adaptarse a la realidad de cada comunidad escolar. Para mejorar su impacto, se podrían incorporar estrategias más personalizadas, incluyendo mayor participación de distintas generaciones de jóvenes, espacios de conversación abiertos entre pares intergeneracionales sin estigmatización. También sería clave mejorar la formación de los docentes y funcionarios públicos para que puedan abordar estos temas con herramientas y enfoques más actualizados y pertinentes”, recalcó.

A juicio del docente, las campañas de sensibilización basadas en experiencias reales podrían ser útiles como acciones efectivas en la prevención.

“En vez de centrarse en campañas del miedo, centrarse en campañas que muestran historias de vida de jóvenes afectados por el consumo problemático de sustancias legales e ilegales. Fomentar actividades alternativas: espacios deportivos, lúdicos, artísticos, musicales, culturales, voluntariados asociados con el cuidado del medio ambiente y la sostenibilidad pueden actuar como factores protectores al proporcionar a las y los jóvenes formas de socialización alternativas y significativas, protagonismos que potencien el reconocimiento social positivo”, valoró.

Limitar acceso

Si bien la ingesta de alcohol ha mantenido una disminución sostenida en el tiempo, su prevalencia sigue siendo mayor en comparación al resto de las sustancias en las estadísticas locales.

Jorge Ramírez, académico de la Escuela de Salud Pública y miembro del Centro Especializado para la Prevención del Consumo de Sustancias y el Tratamiento de las Adicciones (CESA) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, alertó sobre la normalización de este consumo en el país, especialmente en zonas rurales, donde los jóvenes están expuestos constantemente a publicidad de bebidas alcohólicas.

“El tabaco ha sido abordado de una manera importante por parte de las políticas públicas con aumentos significativos de precio al consumidor, con importantes prohibiciones en los lugares públicos, lo que ha tenido un impacto en las tasas de prevalencia de los menores a diferencia de una sustancia, que incluso es más dañina desde el punto de vista de la salud pública, como es el alcohol, que se encuentra normalizado en todo el país, especialmente en zonas rurales”, resaltó.

Si bien para el experto es recomendable mantener estrategias como las campañas comunicacionales, advirtió que por sí solas no generan impacto, sino que se requiere un cambio en las condiciones de acceso al alcohol.

“Existen varias alternativas, siendo las más costo-efectivas las que tienen que ver con la disponibilidad económica. En términos simples, aumentar el precio de las sustancias. En las legales, se ha avanzado en tabaco y muy poco en alcohol. En las ilegales es más complejo de implementar. También hay posibilidades que tienen que ver con la disponibilidad física, los lugares y horarios de venta, su limitación se asocia a un menor consumo. (…) Programas aislados que intenten hacer frente al consumo de sustancias en los jóvenes, en general, no sirven, tienden a ser caros. Y si uno compara las horas de una capacitación o una charla, que puede durar una o dos horas, versus las miles de horas que los jóvenes están expuestos a la publicidad del alcohol, es poco efectivo. Son necesarias en una estrategia más amplia, pero las iniciativas que tienen que ver con la disponibilidad económica y física son más relevantes”, dijo.

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